La historia no es nada del otro jueves, el típico héroe juvenil que debe realizar un viaje iniciático en busca de un objeto con el que acabar con una amenaza que pone en peligro lo poco que queda de la raza humana. Lo que está muy bien es la ambientación, la recreación de todo un mundo subterráneo donde cada estación de metro se ha convertido en una pequeña polis, con complejas relaciones comerciales, militares o de toda índole con el resto de estaciones. Y, sobre todo, Metro 2033 es la historia del metro, un metro misterioso, ominoso, cruel, que parece tener vida propia en sí mismo. Lo mejor de la novela es todo el imaginario místico y legendario, los relatos de acontecimientos terribles y paranormales apenas susurrados temerosamente alrededor de una hoguera y que nunca llegamos a saber si son ciertos o fruto de las supersticiones de unos hombres sometidos durante décadas a un encierro forzado en la oscuridad casi absoluta. Una oscuridad que encierra profundos misterios, especialmente en los abandonados y lúgubres túneles que conectan unas estaciones con otras.
Sí, la recomiendo, la verdad. A mí al menos me gustó, aunque ya sabemos eso de las opiniones y los culos.