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Tema: [ABRIL]Crónicas de Clovis, por Saki

  1. #1
    Veteran@ en el foro Avatar de anabelee
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    04 ene, 10
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    La Quietud
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    Predeterminado [ABRIL]Crónicas de Clovis, por Saki

    Bien, primer hilo funcionando.



    Macabro, ácido, ingenioso, satírico, elocuente, humorístico, inteligente... todos estos adjetivos pueden aplicarse a Saki y a su obra. Quienes hayan disfrutado de la lectura de Animales y más que animales recordarán sin duda a Clovis, uno de los héroes decadentes y escépticos –cuya lengua epigramática le haría digno de figurar en cualquier obra de Oscar Wilde– de los que se vale Saki para zarandear y mortificar a la sociedad eduardiana de su tiempo.
    En las Crónicas de Clovis el lector encontrará todos los elementos que caracterizan la obra de Saki, desde lo puramente macabro al humor más disparatado, sazonado con diálogos ingeniosos y personajes tan absurdos que sólo pueden ser británicos. Todos los cuentos de Saki son un ejemplo de brevedad y eficacia; un cuchillo lanzado al lector, ya sea para provocar su risa o moverle al espanto. No es extraño que entre sus discípulos se encuentren Tom Sharpe y Roald Dahl. «Si empiezas un relato de Saki, lo terminarás. Cuando lo hayas terminado, querrás empezar otro; y cuando los hayas leído todos, jamás los olvidarás», decía Tom Sharpe. Y en palabras de Borges: «Con una suerte de pudor, Saki da un tono de trivialidad a relatos cuya íntima trama es amarga y cruel. Esa delicadeza, esa levedad, esa ausencia de énfasis puede recordar las deliciosas comedias de Wilde»


    Como siempre, recordad que en caso de que estemos comentando algún tema interesante que pueda ser susceptible de ser considerado spoiler para los demás lectores, usemos el botón de contenido oculto. Aunque ya sé que no le hacemos mucho caso y la curiosidad nos puede...
    Puedes acariciar a la gente con palabras. Francis Scott Fitzgerald
    Leer surte un efecto peligroso: Encender fuegos artificiales en la intimidad del cerebro. Terry Pratchett



  2. Los Siguientes 2 Usuarios Agradecieron a anabelee por Este Mensaje:


  3. #2
    Veteran@ en el foro Avatar de Liberyd
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    Predeterminado Re: [ABRIL]Crónicas de Clovis, por Saki

    Hace ya varios días que lo leí y se me había pasado poner el comentario. Me ha gustado muchísimo. Parece mentira que sea un libro escrito hace más de 100 años. Habla de cosas que están de plena actualidad.

    Al parecer, ella aún no se ha dado cuenta de que hoy día todo ciudadano que se considere a sí mismo decente vive por encima de sus posibilidades, mientras que aquellos que no son tan respetables viven por encima de las posibilidades de los demás. Son sólo unos cuantos los que poseen el don de conseguir las dos cosas a la vez.
    Me suena de algo...

    Es una colección de cuentos brillantes, con diálogos ingeniosos, con mucho humor y mucha variedad. Algunos de ellos son dignos de figurar en una antología de cuentos de terror. Los hay muy crueles. Y casi todos son muy divertidos, aunque alguno hay que es triste.

    Lástima no haberme dado cuenta antes de que, al haber fallecido el autor en 1916, el libro está libre de derechos de autor y es fácil de encontrar en su versión original. Seguro que en inglés es aún mejor. Lo que no es tan seguro es que yo hubiera sabido apreciarlo .

    En fin, que os animéis a leerlo, que es un libro muy recomendable.

  4. Los Siguientes 5 Usuarios Agradecieron a Liberyd por Este Mensaje:


  5. #3
    Veteran@ en el foro Avatar de jotam
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    Predeterminado Re: [ABRIL]Crónicas de Clovis, por Saki

    Tal como dice Liberyd. Está muy bien. Además ese mismo comentario me ha hecho empezarlo.

    Aunque lo mejor es el estilo directo con el que está escrito.

    Desde el primer relato, engancha: un toque macabro y humor...

  6. El Siguiente Usuario Agradeció a jotam Por Este Mensaje:


  7. #4
    Veteran@ en el foro Avatar de anabelee
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    04 ene, 10
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    Predeterminado Re: [ABRIL]Crónicas de Clovis, por Saki

    Ayer ya piqué con Animales, más que animales, de este mismo autor
    Los dos ebooks están disponibles en inglés en gutenberg, por cierto.
    Puedes acariciar a la gente con palabras. Francis Scott Fitzgerald
    Leer surte un efecto peligroso: Encender fuegos artificiales en la intimidad del cerebro. Terry Pratchett



  8. #5
    Veteran@ en el foro Avatar de Maldoror
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    24 abr, 09
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    Predeterminado Re: [ABRIL]Crónicas de Clovis, por Saki

    Crónicas de Clovis tiene unos cuantos cuentos extraordinarios (Esmé entre otros, el primero), pero me temo que no es ésta la colección que había leído hasta ahora. De hecho, desconocía muchos de los cuentos de esta recopilación.

    Mejor, creo yo, empezar por Animales más que Animales y, en particular, por este cuento corto (por si alguien lo quiere leer, aunque en el PC es casi un martirio :

    El buey en el establo

    Theophil Eshley era artista de profesión y pintor de ganado a causa del entorno. No hay que suponer por ello que vivía en un rancho o una granja de vacas, en una atmósfera invadida por cuernos y pezuñas, banquetas de ordeñar y hierros de marcar. Su hogar era una zona semejante a un parque sobre el que se esparcían varias villas y que sólo por muy poco escapaba al reproche de ser una zona suburbana. Un lado de su jardín era contiguo a un prado pequeño y pintoresco en el que un vecino emprendedor sacaba a pastar unas vacas, pequeñas y pintorescas, de la facción de Channel Island. Al mediodía, durante el verano, las vacas se metían en el prado, con las altas hierbas hasta la rodilla, bajo la sombra de un grupo de castaños; la luz del sol caía formando manchas de colores sobre la piel lisa, como la de un ratón. Eshley había concebido y ejecutado una delicada pintura en la que aparecían dos vacas lecheras en reposo en un escenario formado por un nogal, la hierba del prado y los haces filtrados de la luz del sol. La Royal Academy que la había expuesto en las paredes de su Muestra de Verano, estimula en sus hijos los hábitos ordenados y metódicos. Eshley había pintado un cuadro logrado y aceptable de vacas dormitando pintorescamente bajo los castaños, y así como había empezado, por necesidad, tuvo que continuar. Su «Paz al mediodía», un estudio de dos vacas pardas bajo un castaño, fue seguido por «Un santuario a mitad del día», un estudio de un castaño con dos vacas pardas debajo. En debida sucesión, pintó «Donde los tábanos dejan de molestar», «El refugio del rebaño» y «Un sueño en la vaquería», todos ellos estudios de castaños y vacas pardas. Los dos intentos de apartarse de su propia tradición fueron señalados fracasos: «Tórtolas alarmadas por un gavilán» y «Lobos en la campiña romana» volvieron a su estudio como herejías abominables, aunque Eshley recuperó el favor y la mirada del público con «Un rincón sombreado donde las vacas dormitan y sueñan». Una hermosa tarde de finales de otoño estaba dando los últimos toques a un estudio de las hierbas del prado cuando su vecina, Adela Pingsford, atacó la puerta exterior de su estudio con golpes fuertes y perentorios. —Hay un buey en mi jardín —anunció como explicación de su tempestuosa intromisión. —Un buey —repitió Eshley como si no hubiera comprendido bien, y añadió con un tono bastante fatuo—: ¿Qué tipo de buey? —Oh, no sé de qué tipo —contestó bruscamente la dama—. Un buey común o de jardín, por utilizar la expresión popular. Precisamente a lo que me opongo es a lo del jardín. El mío acababan de prepararlo para el invierno, y un buey dando vueltas por él no creo que vaya a mejorarlo. Además, los crisantemos están a punto de florecer. —¿Cómo entró? —preguntó Eshley. —Imagino que por la puerta —contestó impaciente la dama—. No pudo escalar los muros, y no creo que nadie lo dejara caer desde un aeroplano como un anuncio de Bovril. La cuestión que tiene una importancia inmediata no es cómo entró, sino cómo conseguir que salga. —¿No quiere salir? —preguntó Eshley. —Si estuviera deseoso de salir —contestó Adela Pingsford, ya bastante enfadada—, no habría venido hasta aquí a charlar con usted del tema. Prácticamente estoy sola; la doncella tiene la tarde libre y la cocinera está acostada con un ataque de neuralgia. Todo lo que aprendí en la escuela o posteriormente acerca de cómo sacar un buey grande de un jardín pequeño parece haberse borrado de mi memoria. En lo único que pude pensar fue en que usted era el vecino más próximo y pintor de vacas, que probablemente estaría más o menos familiarizado con los temas que pinta, y que podría prestarme alguna ayuda. Posiblemente estaba equivocada. —Pinto vacas lecheras, ciertamente —admitió Eshley—. Pero no puedo afirmar que tenga ninguna experiencia en acorralar bueyes perdidos. Lo he visto en el cine, desde luego, pero allí siempre había caballos y otros muchos accesorios; además, uno nunca sabe hasta qué punto esas películas están trucadas. Adela Pingsford no dijo nada, pero le condujo a su jardín. Normalmente era un jardín de buen tamaño, pero ahora parecía pequeño en comparación con el buey, un animal enorme y moteado, de rojo apagado en la cabeza y los hombros que se iba convirtiendo en un blanco sucio en los costados y cuartos traseros, con las orejas velludas y grandes ojos inyectados en sangre. Se parecía a las elegantes novillas de prado que solía pintar Eshley tanto como el jefe de un clan nómada kurdo a una japonesa encargada de una tetería. Eshley se quedó en pie muy cerca de la puerta mientras estudiaba el aspecto y la conducta del animal. Adela Pingsford seguía sin decir nada. —Se está comiendo un crisantemo —comentó finalmente Eshley cuando el silencio se había vuelto insoportable. —Qué observador es usted —exclamó acervamente Adela—. Parece darse cuenta de todo. Aunque en realidad, y por el momento, se ha metido ya seis crisantemos en la boca. La necesidad de hacer algo se estaba volviendo imperativa. Eshley dio uno o dos pasos hacia el animal, dio unas palmadas e hizo ruidos de la variedad «chist» y «shoo». Si el buey las oyó, no dio la menor señal de ello. —Si alguna vez se meten gallinas en mi jardín, sin la menor duda le buscaré para que las asuste —dijo Adela—. Dice «chist» maravillosamente. Pero entretanto, ¿le importaría tratar de sacar al buey? Lo que está empezando a comerse ahora es una Mademoiselle Louise Bichot —añadió con una calma helada cuando una encendida flor naranja fue machacada dentro de la enorme boca. —Ya que ha sido usted tan franca con respecto a la variedad del crisantemo, no me importa decirle que es un buey de Ayrshire —comentó Eshley. La calma helada se deshizo; Adela Pingsford utilizó un lenguaje que obligó al artista a aproximarse instintivamente unos pasos al buey. Cogió una varita y la lanzó con cierta determinación contra el costado moteado del animal. La operación de convertir a Mademoiselle Louise Bichot en una ensalada de pétalos quedó en suspenso unos momentos, mientras el buey contemplaba concentrado al que había lanzado el palito. Adela también le contempló con igual concentración, pero con una hostilidad más evidente. Como el animal no bajó la cabeza ni escarbó el suelo con las patas, Eshley se aventuró a otro ejercicio de jabalina con otro palito. El buey pareció comprender enseguida que tenía que irse; dio un último y precipitado bocado al arriate en donde habían estado los crisantemos y cruzó velozmente el jardín en dirección ascendente. Eshley corrió para dirigirlo hacia la puerta, pero lo único que consiguió fue acelerar sus pasos, que de un andar pausado se convirtieron en un lento trote. Con actitud inquisitiva, pero sin verdaderas vacilaciones, cruzó la pequeña franja de césped que caritativamente recibía el nombre de campo de croquet y se abrió paso a través de la puertaventana abierta al salón matinal. En la sala había jarrones con crisantemos y otras hierbas otoñales, por lo que el animal volvió a pacer como anteriormente; no obstante, Eshley creyó haber visto en sus ojos el principio de una mirada de acosamiento, una mirada que aconsejaba respeto. Abandonó, pues, su intento de interferir en la elección del campo de acción que hiciera el animal. —Señor Eshley —exclamó Adela con voz agitada—. Le pedí que sacara al animal de mi jardín, pero no para meterlo en mi casa. Si va a permanecer en algún lugar de mi propiedad, prefiero el jardín al salón matinal. —La conducción de ganado no es lo mío. Si no recuerdo mal, ya se lo dije al principio. —Estoy totalmente de acuerdo —replicó la dama—. Lo que le conviene es pintar hermosos cuadros de hermosas vaquitas. ¿No le gustaría hacer un esbozo de ese buey sintiéndose en su casa en mi salón matinal? Parece que esta vez sí se agotó el límite de su paciencia; Eshley empezó a alejarse a paso vivo. —¿Adonde va? —gritó Adela. —A coger las herramientas —respondió. —¿Herramientas? No quiero que utilice un lazo. Si hubiera lucha la habitación quedaría destrozada. Pero el artista salió del jardín. Regresó al cabo de dos minutos cargado con un caballete, un taburete y materiales para pintar. —¿Es que va a sentarse tranquilamente a pintar ese animal mientras destruye mi salón? —preguntó Adela quedándose pasmada. —Fue sugerencia suya —contestó Eshley colocando en posición el lienzo. —Se lo prohíbo. ¡Se lo prohíbo absolutamente! —bramó Adela. —No veo qué derecho tiene usted en el asunto. No puede decir que el buey sea suyo, ni siquiera por adopción. —Parece olvidar usted que está en mi salón comiéndose mis flores —replicó ella enfurecida. —Y usted parece olvidar que la cocinera tiene neuralgia —contestó a su vez Eshley—. Debe estar dormitando ahora en un piadoso sueño y con sus gritos va a despertarla. La consideración por los demás debería ser el principio que guíe a personas como nosotros. —¡Este hombre está loco! —exclamó Adela con tonos trágicos. Un momento más tarde fue la propia Adela la que pareció enloquecer. El buey había terminado con los jarrones y con la cubierta de Israel Kalisch, y parecía estar pensando en abandonar ese lugar tan limitado. Eshley notó su inquietud e inmediatamente le lanzó unas ramas con hojas de enredadera para inducirlo a que siguiera allí. —He olvidado cómo es exactamente el refrán —comentó—. Pero es algo así como «cuando hay odio, mejor una cena de hierbas que un buey encerrado». Parece que contamos con todos los ingredientes del refrán. —Iré a la Biblioteca Pública y les pediré que telefoneen a la policía —anunció Adela, tras lo cual, audiblemente furiosa, se marchó. Unos minutos más tarde, el buey, recordando probablemente que en un determinado establo le aguardaba torta de aceite con remolacha troceada, salió con grandes precauciones del salón matinal, contempló interrogadoramente al ser humano, que ya no le lanzaba ramas ni parecía entrometerse, y salió con pasos pesados pero veloces del jardín. Eshley recogió sus herramientas y siguió el ejemplo del animal, por lo que en «Larkdene» sólo quedaron la neuralgia y la cocinera. El episodio fue un decisivo punto de cambio en la carrera artística de Eshley. Su notable cuadro, «Un buey en un salón a finales de otoño» fue uno de los éxitos y sensaciones del siguiente Salón de París, posteriormente exhibido en Munich y comprado por el Gobierno bávaro en dura lucha contra las elevadas ofertas de tres empresas de extracto cárnico. A partir de ese momento su éxito fue continuo y seguro, por lo que la Royal Academy se sintió agradecida, dos años más tarde, de poder colgar visiblemente en sus paredes el lienzo de gran tamaño «Macacos destruyendo un boudoir». Eshley regaló a Adela Pingsford un ejemplar nuevo de Israel Kalisch, así como un par de hermosas plantas floridas de Madame André Blusset, pero no se ha producido entre ellos una auténtica reconciliación.

    Contra la seducción:
    No os dejéis seducir / no hay retorno alguno. / El día está a las puertas, / hay ya viento nocturno / no vendrá otra mañana.
    No os dejéis engañar / Con que la vida es poco. / Bebedla a grandes tragos / porque no os bastará / cuando hayáis de perderla.
    No os dejéis consolar. / Vuestro tiempo no es mucho. / El lodo, a los podridos. / La vida es lo más grande: / perderla es perder todo.
    Bertolt Brecht


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