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  • Fumar alarga la vida, por Seudómino

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  • Microdinopornorelato , por Yu Yü

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  • Vivir, comer... pecar, por Éire

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  • Barrio antiguo, por Éire

    1 12.50%
  • Consecuencias de la reforma de mi casa, por Éire

    0 0%
  • ¡Qué sabrás tú de lágrimas!, por Éire

    0 0%
  • Estaba en otro sitio, por Fitechi

    0 0%
  • Velatorio, por Nine

    4 50.00%
  • Un mal trabajo, por Seudómino

    0 0%
  • Enramado, por Nina

    0 0%
  • Ausencia, por Nina

    0 0%
  • El cuaderno, por Seudómino

    0 0%
  • Amor platónico, por Virtual

    0 0%
  • Mi urólogo y yo, por Virtual

    0 0%
  • El día prometido, Anónimo

    0 0%
  • El sueño cumplido, por Rey de oros

    0 0%
  • Ellos, por Tacatá

    0 0%
  • Bichos, por Pamparel

    0 0%
  • Los pantalones, por Ripley

    1 12.50%
  • Roland Bou Vela, por Fitechi

    1 12.50%
  • Es tarde, demasiado tarde, por Virtual

    1 12.50%
  • Anuncios clasificados, por Virtual

    0 0%
  • El perfume, por Virtual

    0 0%
  • Los gusanos, por Charro

    0 0%
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Resultados 21 al 27 de 27

Tema: Votaciones para el concurso de relatos

  1. #21
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    Predeterminado Re: Votaciones para el concurso de relatos

    Los pantalones

    La rutina de todos los días. Bajo las escaleras en un estado similar al sonambulismo. Si me preguntaran, ni siquiera sería capaz de recordar el número del autobús que me ha traído hasta aquí. Y sin embargo, me acuerdo del rostro de esa mujer de ceño fruncido que no dejó de mirarme durante el trayecto. No le gustan mis pantalones rojos. ¿Cómo los llamó la chica de la tienda, ahora que ya tiene confianza conmigo? Ah, sí, rojo putón.
    La confianza da asco.
    La escalera que baja hasta el Metro es ancha, pero poco iluminada. Debe ser por la campaña de ahorro de energía. No recuerdo que hubiera esos azulejos tan horribles. Verdes. Pero no de un verde relajante, primaveral. No. Ese verde es tan agresivo como puede serlo el rojo de mis pantalones.
    El último tramo desemboca en el andén F, sombrío y ruidoso, como cada mañana. Mientras desciendo apresurada, una mano invisible estruja mi pecho, mi estómago, mis tripas. Siento arcadas, y me detengo, con los ojos muy abiertos. Una intensa sensación de náusea me recorre el cuerpo entero, y me doblo sobre mí misma. No es un mareo. Es terror en estado puro lo que siento. A los ojos de cualquier espectador, bien podría parecer que voy a vomitar. Detrás de mí, unos pasos se detienen. Alguien se ha acercado para ayudarme, pienso. Levanto la cabeza para encontrarme con unos ojos oscuros. Arriba, a unos diez pasos hay un hombre, de unos setenta años, con el cabello canoso y encaracolado. Hay algo amenazador en su aspecto, aunque no sabría definir qué es. Parece tan corriente. Me apoyo en la pared y él desciende dos pasos más hacia mí. Alguien sube apresuradamente. Oigo maldecir al viejo, que da media vuelta y se aleja escaleras arriba, demasiado deprisa para lo encorvado que estaba hace un momento. Noto como la sensación de náusea va cediendo poco a poco.
    Mareada y un poco ida, sigo bajando. Arrastro los pies. Sin embargo, algo no está bien. No soy dada a premoniciones, pero hay un escalofrío asentado en la base de mi cuello, y no desaparece ni siquiera cuando me subo al Metro. ¿Peligro? Yo no creo en esas cosas.

    Las oficinas están en un edificio grande, lleno de puertas. A esas horas de la mañana muchas de esas puertas permanecen cerradas, pero de todos modos puedo oír bullicio en la planta superior. Son las chicas de la Asesoría Rivalta, que ya han llegado y cotillean con la puerta abierta. Su mayor diversión cada mañana es analizar la ropa que llevamos los demás, y a ser posible, calcular cuánto nos ha costado… Cómo no, se fijan en mis pantalones. Rojo putón. Hoy me toca a mí.
    Nunca me había dado cuenta, pero estos pasillos de decoración anticuada se parecen un poco al edificio donde me crié, antes de que lo remodelaran. Horrible. Y tiene tan poca luz… ¿Es que hoy todos se han propuesto ahorrar en bombillas?
    Y de repente, le veo. Es él. Y me está mirando. ¿Qué hace aquí ese hombre?
    La sensación de peligro sube hasta mi garganta de golpe, y cierro con fuerza las mandíbulas para ahogar el grito. Sin detenerme un instante, corro a la oficina y me meto dentro. La puerta se cierra detrás de mi espalda. Entonces oigo su voz.
    —Bien, bien… enciérrate.
    Helada, doy dos vueltas a la llave y me aparto. Veo todo rojo, como a través de un velo. Por un momento temo que vaya a derribarla, o que la abra con ayuda de alguna triquiñuela, pero no sucede nada. Tardo en recuperar la compostura, y me acerco a la mirilla. No hay nadie.
    Por si acaso, no la abro. Esto no es una película.
    No hagas nada, quédate donde estás hasta que vengan los demás.
    Cierro los ojos y trato de tranquilizarme concentrándome en mi respiración. No funciona, pero al menos pasa el tiempo y empiezan a llegar mis compañeros. La curiosidad me puede y les pregunto si han visto a alguien extraño en el corredor, describo metódicamente a mi acosador. Nadie parece haber advertido nada raro. Alguno incluso me mira raro.
    Me esperan una pila de pedidos que no puedo retrasar, así que me pongo a ello. Una de mis compañeras hace un comentario sobre mis nuevos pantalones rojos, pero no respondo. No estoy de humor. ¿Por qué tarda tanto en cargarse este dichoso programa de facturación? Parece que los hagan ex profeso para que se ejecuten tan lentamente. No le conozco. No le he visto jamás. María me deja otro fax encima de la pila de pedidos. Chile. Y seguro que sin referencias. Podría ser cualquiera. Esto es un edificio de oficinas. Podría venir a hacer cualquier gestión. Estoy paranoica. Maldigo para mis adentros y comienzo a teclear. El logotipo de esta compañía destaca en la hoja como una señal de peligro. Rojo. Dos hojas llenas de cifras tan diminutas y estrechas que ganas me dan de tirarlas a la basura, ¿por qué no usarán una fuente estándar? Esa voz. No, no le conozco. Seguro que no le conozco.
    Intento no pensar en el momento en que tenga que salir, para almorzar o para volver a casa. Me estoy obsesionando. Mientras tomamos el café, a media mañana, los demás me aseguran que es producto de mi imaginación. Nadie sería tan tonto como para seguirme a un edificio lleno de gente entrando y saliendo.
    Me acerco a la ventana con la taza en las manos. Una parte de mí teme verle allí abajo, esperando. Pero no hay nadie. Eso me alivia. En el cristal, bastante limpio teniendo en cuenta la llovizna de los últimos días, me veo reflejada. Pálida, un poco deformada. Los dichosos pantalones rojos destacan incluso en el reflejo. Empiezo a arrepentirme de haberlos comprado, con lo poco que me gusta a mí llamar la atención.

    A la hora del cierre, una de las chicas se ofrece a acompañarme hasta la entrada del Metro. Lo hace por cortesía, sé que no cree que nadie vaya a seguirme de nuevo. Ni yo misma lo creo. Así que la rechazo y me quedo en mi puesto, dejando que se vayan todos. Siempre soy la última, la que se queda hasta el final, apaga los equipos y cierra todo. Es una rutina como otra cualquiera.
    Ella se despide desde la puerta. Ni siquiera soy consciente de ello, hasta que oigo un crujido, y se activan de nuevo todas las alarmas de mi cuerpo. De un salto estoy junto a la puerta, y hago girar la llave, dos vueltas de seguridad.
    Una carcajada resuena en el pasillo vacío.
    —Eso, eso… enciérrate.
    Retrocedo. Mi respiración se ha acelerado, es más bien el jadeo de un animalillo aterrorizado. Vuelvo a ver a través de la neblina roja. A tientas, cojo el móvil y marco el número de la policía. No me atrevo a atisbar por la mirilla, prefiero arriesgarme a que sea una falsa alarma y quedar en ridículo ante los policías que volver a acercarme a esa maldita puerta…
    Y entonces me fijo en el picaporte. Está girando. ¿He cerrado la puerta o la he abierto…?
    Un paso atrás, dos. Deprisa. Más deprisa. Tropiezo.
    Veo todo rojo.
    No suelo gritar. Soy una persona mesurada y contenida. Soy... Pero cuando la puerta se abre unos dos milímetros, suelto un grito desgarrador que taladra los tímpanos.

    Caigo. Caigo. Caigo irremisiblemente en la cama. Abro los ojos con un grito terrible, con una voz que no parece mi voz.

    Lo primero que veo, son esos pantalones, doblados sobre una silla, esperándome.
    Voy a devolverlos.
    Ya.
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  2. #22
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    Predeterminado Re: Votaciones para el concurso de relatos

    Roland Bou Vela

    Estaba yo sentado en el banco del colegio. Nada nuevo de momento: el profesor de Lengua nos hablaba sobre la metáfora, la metonimia y otras cosas raras. Me despistaba a mí una avispa; a otros unos cromos. Había algunos, incluso, que casi dormían un sueño eterno.

    Todos medio sentados, medio maltrechos. El día no auguraba nada bueno ni malo, sino la corriente normal de los hechos que día a día nos apubullaban con tantos conceptos extraños. ¡Si teníamos trece años!, Bueno, menos el mayor, de catorce. Éste era el más capacitado: por la edad, que se notaba mucho, por su forma altanera, aunque educada, de contestar; y por su belleza. Pero belleza escondida. El porqué de estar su belleza fuera de tono es algo que descubrí más tarde.

    Esa primera noche, tras las clases, yo no podía dormir: ¿Quién era? ¿Por qué se presentaba tarde al cuso? Roland había sido presentado como un nuevo alumno. Un compañero nuevo, ya comenzado el curso. Como yo tenía muchas ganas de novedades, y los demás también, nos hicimos el paseíllo en los bancos para dejarle sitio.

    Él se quedó quieto, observando el aula y los chicos.

    Levanté la mirada con expectación. «Él tenía que ser mío», —pensé—. Mío para siempre. No había otro modo de capturarlo. Y no había otra forma que la de hacerlo mi sangre misma.

    El Director le impulsó para elegir un sitio. Él seguía buscando ese sitio; momento eterno para mí.
    De repente, para mi espanto esperado, él eligió un sitio a mi lado. Mi mirada quizá lo había cautivado; —no lo sabía.

    Se sentó a mi lado izquierdo. «Según mis pobres deducciones, Roland quería mirar hacia la derecha...»

    —¡Hola!, —le dije como todo afán. «Hola, amigo, debió contestar» Era tan suave su habla que ni le escuché.

    —¿Cómo te llamas? ¿Cómo llegas tan tarde? —silencio absoluto.

    Pasan las horas, llega el nuevo día. El colegio no había cambiado de sitio. La calle seguía verde. El parque se iluminaba con el sol otoñal. Yo no era el mismo,—y de eso doy testimono. En mí había un amor que me resultaba molesto...

    Al día siguiente, me dijo que se llamaba Roland Bou Vela. Y que nos veríamos en el momento oportuno.
    ¿El momento oportuno? Éste es un gilipollas, —pensé.

    Me fui de paseo por los jardines que hizo el arquitecto Sabatini, y tenía yo un presentimiento, como cuando una hembra lo tiene. Yo no soy hembra. Yo no soy Roland.

    En el contraluz bestial del horizonte rojo, se me apareció una figura. esbelta, rodeada de luz, como alguien celestial, que se me acercaba. Era Roland. Vestía de blanco. Se acercaba, ¡Dios mío, se acercaba!...

    Me dijo sólo:—Ya estoy. ¿Qué quieres?

    —Quiero ser como tú.

    —Eso es imposible, porque ya eres como yo.

    FIN
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  3. #23
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    Predeterminado Re: Votaciones para el concurso de relatos

    ES TARDE, DEMASIADO TARDE


    Suicida, absurda e inútilmente intento ganar minutos a la hora estimada de llegada que me indica el navegador de mi coche. Es tarde, demasiado tarde. Y en mi cabeza martillea una y otra vez aquella frase: “…una historia de las tuyas…”

    No podía borrar de mi mente aquella escultural figura, tendida de lado, completamente desnuda sobre las sábanas de raso, que me miraba con ojos de pasión y deseo. No podía comprender como aquella deliciosa y apetecible mujer, que podría yacer con cualquier hombre al que pretendiera, me hubiera terminado embaucando y que incluso hubiera aceptado su dinero por follar con ella. Y me repetía “…y ahora quiero que me cuentes una historia de las tuyas …”

    El resplandor de los faros de un coche que circulaba en sentido contrario me hizo tomar conciencia de donde estaba. Conducía por instinto, con una concentración nula. Las 6,35 de la mañana. Apenas 10 minutos de haberme marchado, pero parecía que aún estaba allí, con ella. Quisiera no tener que lamentar el llegar tan tarde a casa sin tan siquiera un aviso previo. Es tarde, demasiado tarde. Me retumbaba aquella frase “…te he pagado y ahora quiero que me cuentes una historia de las tuyas…”

    Todo comenzó con un simple e-mail. No era la primera vez que una amiga me recomendaba a otra amiga. Siempre ignoraba ese tipo de correos. “Fulanita me habló muy bien de ti, me gustaría conocerte, mi teléfono… bla-bla-bla”. Lo raro, que consiguiera mi teléfono. Lo raro, lo directa que estuvo: “Me han dicho que follas de puta madre y necesito estar contigo…”. Lo raro, que yo la siguiera el juego. Lo raro, que accediera a quedar con ella. Lo raro, que correspondí a su petición. “… me han dicho que tienes una imaginación desbordante no solo en la cama, te he pagado y ahora quiero que me cuentes una historia de las tuyas…”

    Mientras aparcaba el coche en el garaje intuí la necesidad de buscar alguna excusa pero mi mente era incapaz de desconectar de los momentos recientemente vividos y pensar con claridad en algo distinto de aquella velada de infinitas horas de sexo ininterrumpido que se me antojaron instantes, excepto por aquella historia que improvisé ante su insistencia. “… vamos, no te hagas de rogar, me han dicho que tienes una imaginación desbordante no solo en la cama, te he pagado y ahora quiero que me cuentes una historia de las tuyas…”:

    Había un agricultor que año trás año ganaba el concurso al mejor maíz. Preguntado sobre el secreto de su éxito, este confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos. Preguntado sobre si esto no mermaba sus posibilidades, contestó: "el viento lleva el polen del maíz maduro de un sembrado a otro. Si los demás cultivan un maíz de peor calidad, la polenización cruzada restaría calidad constantemente al mío. Si voy a sembrar el mejor maíz debo ayudar a que mis vecinos también lo hagan…".

    Ella quedó pensativa, quizás decepcionada, claramente esperaba otra cosa y yo me regocijé de ello, pero finalmente con esto me dejó en paz, me sonrió y me dijo seriamente: “Es la primera vez en mi vida que digo esto, pero… estoy totalmente satisfecha de sexo, no puedo más… eres excepcional… me gustaría poder llamarte de vez en cuando…”.

    ¿Qué estaba pasando?. Mi llave no podía abrir la puerta de mi casa. Tendría que llamar al timbre, pero era tarde, demasiado tarde quizás.

    - “No lo hagas, ni se te ocurra volver a llamarme. Esto acaba aquí. Eres extraordinaria, la verdad no entiendo que coño haces con un tío como yo. Eres joven, preciosa, perfecta, divertida, inteligente, sensual, apasionada…”

    - “Los tíos de mi edad no tienen ni puta idea de follar y además no hay quien los aguante, ni antes ni durante ni después… y el resto nada que ver contigo, alguien como tú es lo que he buscado tanto tiempo, lo que necesito…”

    - “No digas gilipolleces… mira, he accedido a tus propósitos, todo esto estuvo muy bien, te lo aseguro, pero no debe volverse a repetir… además sabes que estoy casado…”

    - “He estado con muchos hombres, pero tu eres excepcional y lo sabes. Me has sorprendido completamente de principio a fin, imposible encontrar a alguien como tú… te lo habrán dicho mil veces…”

    - “Y dale con las estupideces. Olvídalo, nunca más… ¿lo has entendido?. No estropees este momento y el recuerdo que me llevare para siempre de ti.

    No tengo otro remedio que llamar al timbre. Dios. Oigo sus pasos. ¿Qué excusa pondré?. Es tarde, demasiado tarde. Y entonces oigo sus gritos desde el otro lado de la puerta: “Vete, lo sé todo. Enviaré tus cosas donde me digas pero no quiero verte nunca más, ¿lo tienes claro?. Yo te envíe a esa puta porque sospechaba de ti. Ahora todo se confirma. Termina de llamarme. Adiós para siempre”.

    - “Aún estas a tiempo. Dime que me seguirás viendo o te arrepentirás.”

    - “ ¿Que es esto?... ¿me amenazas…?, ¿tu crees que podría seguir una relación de algún tipo contigo después de lo que terminas de decirme…?. Adiós para siempre!!!”.

    - “Perdóname. La verdad es que estoy desesperada, no se que hacer para que lo reconsideres. Verás, esto empezó de una forma… puedo explicarte… pero puede terminar bien…”.

    - “Calla. No quiero oírte. Es tarde. Demasiado tarde.”

    Los pasos se alejan. “Cariño, puedo explicarte…”. Oigo en la lejanía cada vez más bajo “Calla. No quiero oírte nunca más. Es tarde. Demasiado tarde.”

    Desolado la llamo. Necesito una explicación. Una voz fría coge el teléfono y menciona una frase hasta que cuelga sin esperar tan siquiera oír mi voz, sin saber lo que quiero. “Es tarde, demasiado tarde… piiiiiiiiiiiiiiiii”
    http://www.lectoreselectronicos.com/LE/image.php?type=sigpic&userid=1&dateline=1264623693



  4. #24
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    Predeterminado Re: Votaciones para el concurso de relatos

    Anuncios clasificados

    Yo compro el periódico todos los días, porque hay que estar informado... Y si algún día tengo mucha prisa lo que hago es leer sólo las páginas de contactos.

    Sí, porque en las páginas de contactos está resumido el periódico entero:

    1.- Sección internacional: Griego, francés, turco...
    2.- También está la sección de música: Dúos, tríos, grupos...
    3.-Meteorología: Lluvia dorada...
    4-. Economía: ¿60 euros? Completo...

    Bueno, y los mejores son los que ayudan a la gente con problemas. Por ejemplo, una señorita tiene un problema:
    - Vanessa, muchas tetas, 120.

    ¡Ciento veinte! ¿No son demasiadas tetas?
    Oye, pues lo anuncia y alguien le comprará veinte o treinta.

    Los anuncios de contactos, al igual que el resto del periódico, hay que saber interpretarlos. Los hay que sirven para prevenir los riesgos:
    -Jeanette: recibo desnuda.

    Pues está bien que te avisen, porque imagínate que van unos testigos de Jehová, llaman al timbre y les abre Jeanette desnuda.

    -Venimos a verte en nombre de Jesús.
    ¿Qué pasa?, ¿Qué vuestro amigo es tímido?

    También para prevenir es éste otro que dice:
    -Leticia: senos explosivos, cuerpo de infarto.

    ¡Senos explosivos! ¡Cuerpo de infarto!
    Aquí sexo seguro no hay.
    ¡Como para llegar con la mecha encendida!

    Otro es:
    -Víctor. Superdotado. Largo, dos latas de Coca-Cola.

    Oye, pues siendo superdotado ya podría haber estudiado el sistema métrico decimal.
    Y lo de las dos latas de Coca-Cola, depende, porque si son de las que te dan en los aviones...

    Y es que algunos anuncios dan qué pensar:
    -Chicas universitarias, reciben las 24 horas.

    Vale, ¿y cuándo estudian?

    Y también éste que dice:
    -Orientales. Disfrutarás haciendo un trío con nosotras.

    Está claro: Un trío, Orientales...
    ¡Coño, los Reyes Magos!.

    Dentro de los anuncios de contactos también encuentras a gente muy directa:
    -Carla, azafata de vuelo, te hago de todo.

    Y es verdad: te retrasa el avión, te pierde las maletas... ¡De todo te hace!

    Hay otros, sin embargo, que son contradictorios:
    -Jennifer, viciosa y discreta. Calle Bailén, 40.

    Querida Jennifer: viciosa puede, pero discreta, no.

    Y éste otro:
    -Sumisa, llámame por las tardes.

    Un momento: ¿No eres sumisa? ¡Te llamaré cuándo me de la gana!

    Y luego están los que te hacen dudar:
    -Famosa de la tele. Demostrable.

    Bueno, si te lo tiene que demostrar, no será tan famosa.
    Y además, aunque sea verdad, sólo con esos datos podría ser la oveja Dolly.

    Claro que, para dudas éste:
    -Yoli. Soy ninfómana. Lo hago por vicio. 60 euros.

    ¿60 euros de qué? ¿Los pagas tú, o te los paga ella? Porque si lo hace por vicio....

    Hay algunos que, si te paras a pensar, promocionan el canibalismo:
    -Ángela: cómeme enterita.

    Y al lado otro que dice: S
    ofía, me lo trago todo.


    Pues ya está: ¡Ángela tiene que llamar a Sofía!

    Pero para mí el más alucinante es ese que pone:
    -Marlene, señorita discreta muy culta y elegante. Te ato a la cama, todas las posturas, francés bajo el agua en mi jacuzzi, griego profundo, lluvia dorada, penetración infinita, beso negro con ojos vendados. Completo, 30, una hora 60.

    O sea, ¿que todo eso te lo hacen en media hora? ¡Qué barbaridad!.
    Para mí que Marlene es Ramón García, porque eso es El Gran Prix.

    Yo creo que al paso que van acabarán resumiéndolos aún más para no gastarse tanta pasta.

    Y ya puestos, tengo algunas sugerencias: Por ejemplo, en vez de decir "griego profundo", podrían poner "Platón".

    Y en vez de anunciar "francés bajo el agua", que pongan: "Cousteau".

    Y sobre todo, en vez de "beso negro con ojos vendados", podrían poner "Stevie Wonder".

    Algunas muestras gráficas… Prodigio de la naturaleza!!!! y... que miedo!!!!!!!!



    Y es que hay que ver la demanda que tienen últimamente los pisos de Fast-Fuck y
    el overbooking que generan...



    Y es que hay que ver como nos engañan con las fotos… yo no la echaba más de 120
    años, Imaginaros entonces las profesionales del sexo...



    Orgía total!!! Y a pelo!!!!!!!!!!!,



    P.D.: esto es un pequeño resumen-recopilación de algunas cosas que he leído por ahí y otras de cosecha propia con el ánimo y sin más pretensión de levantar alguna sonrisa
    http://www.lectoreselectronicos.com/LE/image.php?type=sigpic&userid=1&dateline=1264623693



  5. #25
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    Predeterminado Re: Votaciones para el concurso de relatos

    El perfume


    Después de algún tiempo había retomado la lectura. Empezaba el segundo libro de la semana, tan tocho e infumable como el anterior. En el andén del metro pasaba la página 32. Sin dejar de leer me introduje en el vagón y me senté a plomo terriblemente cansado. Quizás el peso del libro, quizás el peso de mi alma.


    No pude concentrarme.


    Una y otra vez releí el mismo párrafo sin enterarme de nada. Algo familiar me abrumaba sin que al principio fuera capaz de descifrar el motivo. Dejé de leer. Cerré los ojos y me dejé llevar paladeando las sensaciones.


    Entonces la vi. Completamente desnuda, coqueta, orgullosa, me incitaba con una sonrisa pícara mientras me pedía que la dejara fumar un cigarrillo antes de besarla.


    El perfume. Era el perfume. El vagón se había llenado de ella. Del olor de ella. ¿Sería ella la que a mi lado me hizo perder el sentido de la realidad?. Imposible. El preludio ceremonial con su “Que pasa niño!!!” no se había producido.


    No la miré para evitar perder la magia y soñar…


    La hice apagar el cigarro a medias. La reprendí por la ceniza vertida en las sábanas y la abrace con fuerza hasta que se quejó entre ñoñerías mimosas. La besé sin prisas. La besé tiernamente. Primero los labios, la boca, el cuello, la boca, la oreja, la boca, la otra oreja, la boca, los hombros, el cuello… la boca.


    Por mis auriculares sonaba Amy Winehouse, Rehab y cerré aún más fuerte los ojos mientras me dejaba embriagar por la fragancia. Iba llegando a mi trasbordo y odiaba tener que romper este momento onírico.


    Noté su máxima excitación y comencé a acariciar sus pechos. Primero suave y delicadamente. De uno a otro. De otro a uno. Luego los dos a la vez. La miré y tenía los ojos cerrados. Jadeaba. Entonces comencé a paladearlos evitando sus pezones que permanecía erguidos, desafiantes y poderosos. Mis manos acompañaban las caricias de mis labios, de mi barba, de mi lengua, hasta que me introduje un pecho casi completamente en la boca y mi lengua empezó a balancear su pezón. Succioné con fuerza y ella se estremeció.


    Afortunadamente la fragancia se levantó y bajó en la misma estación que debería hacerlo yo. La gente se entremezclaba pero yo tal como un borracho la seguí. Prefería no romper el encanto mirándola pero entre la multitud pude verla a ratos parcialmente de espaldas. Era de su misma estatura. Su pelo era parecido y del mismo color aunque menos rizado. Llevaba unas mallas-medias y una falda vaquera muy corta. Llegamos al mismo andén.


    Sonaba Back to Black de Amy en mi Ipod.


    Se retorcía de placer y ansiedad. Sin dejar de acariciar sus pezones mi lengua jugueteó brevemente con su tripa, con sus caderas, con sus muslos y antes de que me pegara desesperada, llegué a su sexo. Su mano apretó más fuertemente mi pene. Sus pequeños contoneos guiaron mis movimientos lentos y traviesos al principio. Aumenté progresivamente el ritmo mientras mis dedos se turnaban con mi lengua en su vagina.


    El aroma se desvanecía y no tuve más remedio que mirar. Se apeaba. A pesar de ser una estación antes que la de mi destino, me bajé y la seguí hasta la calle a una distancia prudencial en la que el estímulo fuera el suficiente para recordar/imaginar/soñar.


    Su orgasmo llegó y yo tuve que reprimir el mío. Esto no hacía más que empezar. Sus espasmos, sus gemidos ahogados, su vibración, sus ojos perdidos, sus labios, su sonrisa, sus movimientos de cabeza, sus caderas, sus manos, su tensión, su sexo… traicionaron su discreción.


    Yo me tumbé encima de ella y la besé. Pero sobre todo, la olí. La olí queriendo inhalar su alma y apoderarme de ella para siempre dentro de mí.


    Salió a la calle y cogió una dirección totalmente opuesta a mi destino. Seguí mi camino sin haberla visto de frente. Tendría que andar algo más y apreté el paso. El perfume fue perdiendo fuerza hasta que desapareció por completo.


    En mi Ipod oía Pink Floyd, Wish You Were Here.
    http://www.lectoreselectronicos.com/LE/image.php?type=sigpic&userid=1&dateline=1264623693



  6. #26
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    Predeterminado Re: Votaciones para el concurso de relatos

    Los gusanos

    Algún día alguien dijo que el dolor es algo temporal, pero el olvido, es para siempre.
    Un día, un hombre le dijo a la mujer que amaba:

    -El amor es dolor, y yo estoy dispuesto a vivir todos los dolores de la vida a tu lado.

    El hombre tomó de la mano a la hermosa mujer y con dolor le dijo:

    -Si quieres quémame los ojos, si quieres conviérteme en el color gris, pero no dejes que nuestro amor se muera en el olvido.

    Al pasar el tiempo el corazón de la mujer se transformó en piedra, y con una daga oxidada en la mano, convirtió al dolor temporal en un eterno olvido.

    Un sombrío enterrador cavó una profunda tumba, y arrojo en el fondo a ese gran amor muerto.Y el enterrador dijo:

    -Ahí va otro amor muerto, y ahora, nadie lo recordara.

    Entre cortinas de terciopelo negro, el amor muerto lentamente se pudrió. Y con gran alegría los gusanos se lo comieron.

    Y los gusanos dijeron:

    -Adiós amor muerto, adiós para siempre, lindo y doloroso amor.
    http://www.lectoreselectronicos.com/LE/image.php?type=sigpic&userid=1&dateline=1264623693



  7. #27
    Jovencit@ en el foro Avatar de tumodaonline
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    Predeterminado Re: Votaciones para el concurso de relatos

    Qué buena pinta tienen los relatos, habrá que leerlos todos

    Saludos

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