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Tema: Artículo sobre lectores (personas)

  1. #1
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    Predeterminado Artículo sobre lectores (personas)

    En el suplemento Babelia del 12/10/13 aparecieron una serie de artículos muy interesantes sobre el mundo digital. No he podido subirlos porque parte de los contenidos no están disponibles y hasta que no me han facilitado la clave de suscriptor no he podido acceder a la información que buscaba.

    Solo lo he podido pasar a word para copiarlo y pegarlo aquí. Creo que es interesante.

    ------------------------------------------------------------------------------------------------


    · Por César Antonio Molina César Antonio Molina es escritor y director de la Casa del Lector



    Nueva carta de navegación para lectores


    El triunfo de lo digital no implica la extinción de lo analógico, sino la ampliación de sus límites. Lo importante es orientarse en el océano electrónico.

    Hay que evitar que el ‘Homo sapiens’ se convierta en ‘Homo pantalicus’, absorbido por lo disperso, lo banal, lo intrascendente No debemos dejarnos llevar por el impulso de la moda, sino conciliar la cultura lectora de siempre con la que ahora surge



    EL AVANCE EN LA DIGITALIZACIÓN de los contenidos —tanto textuales como procedentes de otras fuentes audiovisuales— ha sido, en los últimos años, tan imparable como asombroso.

    i“Nunca, ciertamente, se leyó más y mejor que ahora. Y nunca se dejará de hacer si en el cambio de paradigma no nos dejamos llevar de vanas profecías”.

    Desde aquel año de 1969, en el que se crea el código ASCII, primer sistema de codificación informático, hasta hoy, todo ha experimentado un vertiginoso desarrollo. En 1971, Michael Hart diseñaba y hacía público su Proyecto Gutenberg, primera pretensión con visos de realidad de digitalizar la mayor parte de los libros existentes. Años después, en 1993, la Online Books Page generaba el primer repertorio de libros electrónicos gratuitos. Ese mismo año, Digital Book lanzaba al mercado sus primeros 50 libros digitales en disquete. Dos años antes de acabar el siglo XX se ponían en el mercado los primeros lectores de libros electrónicos (Rocket eBook y SoftBook). En 2004 se comercializó la primera pantalla con tinta electrónica ( uno de los inversores internacionales en el desarrollo de esta tecnología, nacida en el Medialab del MIT, fue precisamente el gran editor español Germán Sánchez Ruipérez). Y, apenas seis años más tarde, en torno al año 2010, el número de títulos en formato electrónico superaba largamente el millón.
    Nicholas Carr, en su obra ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, afirma algo que, muy a mi pesar, reconozco como inevitable: que el futuro del conocimiento y la cultura ya no se encuentra en los libros, ni en los periódicos, ni en la televisión, ni en la radio, ni en los discos o cedés, ni en el cine, sino en los archivos digitales difundidos por nuestro medio universal a la velocidad de la luz.
    Hoy en día, los dispositivos lectores electrónicos han multiplicado extraordinariamente su oferta, haciéndose más asequibles, y el público, preferentemente el comprendido entre los 15 y los 35 años, empieza a dotarse de semejantes instrumentos de un modo creciente, hasta el punto de que, según la encuesta realizada hace tan sólo unos meses por la Asociación Americana de Bibliotecas, el 72% de dicha población busca prioritariamente sus necesidades de información en soportes distintos del papel —si bien éste sigue siendo materia posterior de consulta para una mayor ampliación o aclaración de conceptos—. Y el 30% de la población de esa misma edad usa de forma casi única el lector electrónico, las tabletas (a mí me gusta decir tablillas como en la antigüedad) o los dispositivos de pantalla en general como vías de acceso a los contenidos tanto de estudio como de puro ocio.
    Sin duda, nos encontramos ante una verdadera revolución cultural, en donde la tecnología seguirá aportando nuevas y deslumbrantes posibilidades pues, no en vano, y sobre todo si lo comparamos con la madurez de la tecnología del libro en papel dicho proceso se encuentra aún todavía en la prehistoria. Las viejas categorías han quedado superadas. Los conceptos adquieren nuevos significados, más amplios, más heterogéneos. Entretanto, la información fluye como jamás antes había ocurrido en la historia de la Humanidad. Se genera en un volumen y diversidad incomparables. Se difunde en un espacio global e ilimitado. Y, a una velocidad y con una accesibilidad, impensables hace tan sólo unas escasas décadas.
    Si durante siglos, dicha información perteneció tan sólo a unos pocos, celosos guardianes de la misma por el poder que les confería, hoy forma parte de la práctica totalidad de nuestro entramado social. El aire que respiramos se compone de oxígeno, nitrógeno… e información. Y su valor estratégico crece cada día. Tanto que, sin duda alguna, se convierte en recurso fundamental para el progreso. Si antes podíamos afirmar que la información es poder, hoy, con visión más esperanzada, democrática y ética, nos atrevemos a afirmar que la información es capacidad de desarrollo continuo. Personal y colectivo.
    Leer es una condición inseparable del ser humano. No me refiero a la imprescindible lectura alfabetizadora, siempre derivada de una convención cultural (de ahí la existencia de diversos alfabetos), sino a la lectura anterior a esta misma. A la lectura primigenia. A la lectura como forma de relación con la vida. Y, muy en especial, como nutriente de ese aprendizaje que nos distingue como especie, movidos mágicamente por la curiosidad, la necesidad y el afán de descubrir, de desentrañar el sentido, de cuestionarnos y tratar de hallar siempre las respuestas. Una atracción que experimentamos desde el mismo momento de nacer y que se construye, a mayor o menor ritmo, hasta el último aliento de nuestra existencia.
    Es ese deseo cargado de emoción, quien despierta los resortes de la atención, cincelando nuestro intelecto, tan temprano casi como nuestra propia existencia. Más que Homo sapiens, somos Homo discens, hombre que aprende a lo largo de toda su vida. Y ese aprendizaje depende, de forma sustancial, de la calidad y cualidad de nuestras capacidades y motivaciones lectoras. De cómo hagamos visible lo opaco. De cómo seamos capaces de desvelar y de conocer. De nuestra habilidad, frecuencia y potencia lectora. Hay que evitar que ese Homo sapiens-Homo discens se convierta en Homo pantalicus (término acuñado por Lipovetsky-Serroy), absorbido por lo disperso, lo banal, lo intrascendente, secuestrado por la fascinación del medio más que por el valor y la calidad de los contenidos.
    Leer el mundo que nos rodea y los misteriosos espacios interiores que nos construyen como personas. Pero, de repente, todo tomó otra orientación. El panta rei del clásico se hizo acelerada realidad en mil y una pantallas. Lo estable se volvió cambiante. Lo permanente, transitorio. Lo sólido se mudó en líquido. Y, a la cultura impresa de lo letrado, se sumó aquella otra que hoy nos envuelve, que no viene a destruir la anterior —o, al menos, ese sería mi deseo— sino a complementarla, a cartografiarla de nuevo, a sembrar de retos y apasionantes desafíos un esquema comunicativo que parecía definitivamente establecido.
    ¡Mostradme vuestras bibliotecas y os diré cómo sois!
    Jamás dejaré de ser hombre de libro, ni creo que haya un objeto que me cause más placer y del que tenga tanta necesidad de sentirme rodeado. Pero no vivo la presencia de estas nuevas realidades como un proceso de extinción o antagonismo con todo lo anterior. Más bien todo lo contrario. Creo que estamos en los albores de un nuevo “Descubrimiento lector”.
    Nunca, ciertamente, se leyó más y mejor que ahora. Y nunca se dejará de hacer si, en el cambio de paradigma en el que estamos inmersos, no nos dejamos llevar ni de vanas profecías ni de interesados argumentos. Si, por el contrario, lo vivimos como una oportunidad extraordinaria que amplía nuestros límites, siempre y cuando seamos capaces de establecer los modos y maneras razonables que rijan este nuevo ciclo cultural. Y es que el advenimiento del texto electrónico y con él, de la lectura y escritura electrónicas, no son sólo nuevas literarias que pudieran corresponder a nuevos alfabetismos, sino una evolución trascendental que, de nuevo, hará dar al hombre un paso esencial en su desarrollo.
    No consiste tan sólo en trasegar el vino viejo en odres nuevos. Es necesario investigar, experimentar, analizar con todo detenimiento lo que cada uno de los nuevos soportes y procedimientos significa. Ser capaces de determinar las aportaciones realmente positivas que los mismos ofrecen. Y, al mismo tiempo, equilibrar, moderar algunos de sus peligros que pueden atentar no sólo a la forma de leer que consideramos tradicional sino incluso a nuestra forma de pensar y, por lo tanto, de ser. De un lado, la incapacidad de centrar la atención y, por lo tanto, de generar esa lectura profunda que lleve al conocimiento y a la asimilación permanente del mismo. Por otro, una pulsión excesiva por la velocidad, por la inmediatez, por la instantaneidad —en tanto la lectura como tal, siempre depende del paso sereno de quien lee—. Y una aparente sabiduría que sólo puede esconder superficialidad. Leer con concentración, atención y en silencio, todavía no es algo arcaico y prescindible, se haga a través del soporte de los últimos quinientos años o de las pantallas, teléfonos o futuras gafas de la realidad virtual más sofisticadas. La cultura y el conocimiento siempre se obtendrán estudiando. En el poema Un lector, Borges escribió algo que antes —a no ser Montaigne, Johnson o Cervantes a través de Don Quijote— nadie había afirmado con tan lúcida rotundidad: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; / a mí me enorgullecen las que he leído”.
    El océano electrónico del libro y la lectura necesita urgentes cartas de navegación que eviten bajíos, escollos y engañosas ensenadas. Sentimos la atracción de esa biblioteca infinita que un día soñaran Bachelard y Borges, para ellos equivalente al propio Paraíso. Eco incluso iba más allá, afirmando que, si Dios existe, debe de ser una biblioteca. Esa dimensión de totalidad y de infinitud es hoy posible gracias al aporte digital. Mil y un caminos ante nosotros se abren. No debemos ser incautos ni dejarnos llevar por el simple impulso de la moda o el mercantilismo. Necesitamos conciliar la cultura lectora de siempre con la que ahora surge. Y ello significa ser capaces de crear nuevas metodologías, nuevas didácticas lectoras.
    Contra la seducción:
    No os dejéis seducir / no hay retorno alguno. / El día está a las puertas, / hay ya viento nocturno / no vendrá otra mañana.
    No os dejéis engañar / Con que la vida es poco. / Bebedla a grandes tragos / porque no os bastará / cuando hayáis de perderla.
    No os dejéis consolar. / Vuestro tiempo no es mucho. / El lodo, a los podridos. / La vida es lo más grande: / perderla es perder todo.
    Bertolt Brecht


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  3. #2
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Y éste es un curioso artículo sobre algunas palabras iberoamericanas, que creo también que es curioso.

    http://cultura.elpais.com/cultura/20...63_616376.html


    Y, por último, otro artículo sobre la belleza de las palabras, que también tengo que poner mediante el copia y pega:

    · Por Héctor Abad Faciolince Héctor Abad Faciolince es escritor colombiano. Su último libro es Tratado de culinaria para mujeres tristes (Alfaguara).



    La vanidad de las lenguas


    Después de 500 años de imposición del castellano en América, todavía nos entendemos bien. ¿Podremos decir lo mismo dentro de cinco siglos?

    Las lenguas menos escrupulosas con los extranjerismos conquistan una variedad de la que se privan los más puristas El español tiene la fuerza de varias lenguas imperiales superpuestas: la latina, la árabe, la castellana…



    ERUDICIÓN E INTELIGENCIA son dos cosas distintas; hay eruditos no muy brillantes, e ignorantes de gran perspicacia. Los expertos suelen desplegar su sabiduría en campos muy delimitados: un especialista en imprenta sabrá nombrar y distinguir decenas de diseños tipográficos, desde el tipo Abadi, pasando por Arial, Baskerville, Bodoni, Garamond y Helvética, hasta llegar al Times o al Verdana. Naturalmente no escribe mejor quien más tipos de letra reconoce. Así mismo un anatomista sabrá distinguir con su nombre preciso casi cualquier parte del cuerpo: al abrir el abdomen señalará el colédoco; reconocerá sin problemas el músculo sartorio al ver un muslo abierto o hará con propiedad la disección del esternocleidomastoideo al operar el cuello. La precisión conceptual y nominal que tiene un cirujano al explorar un cuerpo humano no le da ventajas, sin embargo, para entender la psicología de su esposa. En cualquier ramo del saber hay eruditos, pero es posible que un gran poeta no sepa reconocer a primera vista todas las formas de composición poética (lira, madrigal, soneto, sextina, décima, copla…), en las cuales, en cambio, podría ser muy ducho un versificador mediocre. En la mayoría de los campos del saber, si no somos especialistas, los legos nos podemos conformar con un léxico más laxo.

    Siempre estamos buscando palabras para poder expresar lo que pensamos o lo que sentimos.

    Así como hay personas eruditas, también hay lenguas eruditas, más ricas en vocabulario que otras, pero la lengua con más léxico no es necesariamente la que mejor transmite el pensamiento. Podría ser simplemente más puntillosa y menos económica. Para cualquiera, siempre, la lengua que mejor transmite el pensamiento, llámese esta como se llame, es aquella que aprendimos de pequeños.
    Es un mito que la lengua esquimal tenga decenas de palabras para la nieve. Las culturas que han desarrollado una gran destreza pictórica (digamos la italiana) no necesariamente tienen más variedad de voces para nombrar los colores. Hay lenguas que tienen nombres para apenas tres o cuatro colores (negro, blanco, rojo, verde…), lo cual no quiere decir que no distingan el azul. Aunque los italianos distingan en su lengua el “blu” (azul oscuro) y el “azzurro” (azul claro), quienes hablamos castellano podemos distinguir esos dos tonos sin que nos hagan falta dos palabras específicas. Esto quiere decir que no hace falta una palabra para poder entender y pensar un concepto. ¿Hay lenguas mejores que otras? Si fuera así, sería imposible traducir algo de una lengua “rica” a una lengua “pobre”. Podemos suponer que antes de acuñar la palabra para el color “anaranjado”, tuvimos que hacer un símil: del color de la naranja. Una nueva lengua que careciera aún de l a palabra “rojo” podría siempre decir “del color de la sangre”.
    Muchas lenguas no tienen el verbo “estrenar”, que tan claro nos resulta en castellano, pero no por esto carecen del concepto de ponerse algo por primera vez. Cuando uno dice, “no sé qué siento”, no es exactamente que no sepa lo que siente, sino que no encuentra el nombre preciso que le transmita a otro lo que está sintiendo. Podría ser mareo, ira, angustia, desasosiego. Podría ser schadenfreude, pero, a diferencia del alemán, en castellano no tenemos una palabra que quiera decir exactamente “alegría por el mal ajeno”, una especie de envidia al revés: no me entristece que te vaya bien, sino que me regodeo en que te vaya mal. Siempre estamos buscando las palabras para poder expresar lo que pensamos, lo que sentimos, lo que vemos. Si no la hay, la inventamos, o encontramos una metáfora, o la prestamos de otro idioma.
    Existe una muda lengua mental con la que pensamos —el mentalés, la llama Steven Pinker—, y cada persona debe traducir sus ideas, sus percepciones, sus asociaciones de unas cosas con otras, a unas palabras que conoce, a la lengua que ha mamado en la casa o sudado en la calle, que es aquella que nos da los sonidos y la gramática para comunicarnos. En el caso de los sordomudos esa lengua está hecha de signos visuales, no auditivos, y quienes la dominan saben que no es más pobre que la lengua hablada.
    Es posible que haya, en ciertos campos del saber, lenguas más eruditas que otras, idiomas que desarrollan un cierto léxico específico para disciplinas que dentro de su cultura (técnica, científica, literaria) se han desarrollado más a fondo. Para hablar de un fenómeno reciente, podemos decir que el inglés es más erudito que el español en el lenguaje informático. Bit, link, mouse, mail, Internet, blog, web, tweet son palabras de origen inglés que podemos adoptar tal como nos llegan, o intentar traducirlas o adaptarlas. A mí me parece preferible adaptar, antes que adoptar o traducir. Prefiero llamar “maus” al objeto específico que nos sirve para mover el cursor en una pantalla, que traducirlo, y llamarlo “ratón”. La solución traducida aumenta la ambigüedad de la lengua (“te traje un ratón de regalo”. “¿Qué?”); la adaptación y el traslado a la propia fonética y ortografía, evita confusiones: “Te traje un maus de regalo”, es mucho más claro. Es más práctico decir mail (tal vez escribiéndolo meil) que alargarse con “emilio” o con “correo electrónico”. Prefiero escribir un “tuit” que un trino, y haciéndolo así incluso despojo de connotaciones extras a una palabra que en inglés es un símil y en español suena como algo único y nuevo. Las lenguas menos alérgicas y escrupulosas en el préstamo —o robo— de extranjerismos ( como las personas menos racistas y xenófobas al escoger pareja) conquistan un tesoro de variedad y precisión del que se privan las más puristas y quisquillosas.
    Lo paradójico es que cuanto más dispuesta a la bastardía sea una lengua y cuanto más mestizos sus hablantes, más variado y fecundo es su proceso de contagios enriquecedores. Muchos memes lingüísticos y culturales han tenido la fortuna de contaminar la lengua española. Nuestra vieja herramienta lingüística se ha nutrido de muchos hablantes y de muchos pueblos; otras culturas y lenguas la han revitalizado; al expandirse por casi todos los climas y casi todas las geografías del planeta, una realidad más amplia la ha fecundado. En ese sentido las lenguas internacionales esponjosas absorben una potencia de la que carecen las lenguas más refractarias y locales. El español, como el inglés, tiene la fuerza de varias l enguas imperiales superpuestas (la latina, l a árabe, l a castellana) y el aporte de muchas lenguas colonizadas e incluso aniquiladas. La palabra “canoa” es de origen arauaco, el “huracán” es taíno antillano, el “tomate” azteca, el “caucho” ticuna, la “quina” y la “guaca” quichuas, l a “guadua” caribe, el “guarapo” y la “banana” de africanos esclavos, y así sucesivamente.
    El español es una lengua antigua, con una rica tradición literaria, y hablada en varios continentes. Esta extensión cultural y geográfica la hace muy rica, pero esto no debería volverla vanidosa.
    Incluso los idiomas más poderosos se terminan volviendo lenguas criollas, con más riqueza expresiva —para sus hablantes— que el idioma prestigioso del que provienen. Las grandes lenguas imperiales (el griego, el latín, el mandarín, el árabe, el inglés, el español) son los dialectos criollos impuestos por aquellos que ganaron más guerras. Pero incluso los idiomas imperiales terminan en lenguas muertas. El español tiene menos de mil años. El latín no duró más de mil quinientos. Después de 500 años de imposición del castellano en América, todavía nos entendemos razonablemente bien. ¿Podremos decir lo mismo dentro de cinco siglos? La única respuesta que se me ocurre se expresa bien con una vieja palabra árabe: ojalá.
    Contra la seducción:
    No os dejéis seducir / no hay retorno alguno. / El día está a las puertas, / hay ya viento nocturno / no vendrá otra mañana.
    No os dejéis engañar / Con que la vida es poco. / Bebedla a grandes tragos / porque no os bastará / cuando hayáis de perderla.
    No os dejéis consolar. / Vuestro tiempo no es mucho. / El lodo, a los podridos. / La vida es lo más grande: / perderla es perder todo.
    Bertolt Brecht


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  5. #3
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Lo siento, me he quedado aquí:
    Desde aquel año de 1969, en el que se crea el código ASCII, primer sistema de codificación informático,
    Si el no se molesta en decir cosas sensatas sobre algo que no sea su mundo, el resto no me interesa.
    Ciao

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  7. #4
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Cita Iniciado por Terisa Ver mensaje
    Lo siento, me he quedado aquí:


    Si el no se molesta en decir cosas sensatas sobre algo que no sea su mundo, el resto no me interesa.
    El autor no es un informático. A mí, personalmente, no me molesta en absoluto que se haya podido equivocar en eso (desconozco el tamaño de tal dislate), porque no está ahí el interés del artículo.
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    No os dejéis seducir / no hay retorno alguno. / El día está a las puertas, / hay ya viento nocturno / no vendrá otra mañana.
    No os dejéis engañar / Con que la vida es poco. / Bebedla a grandes tragos / porque no os bastará / cuando hayáis de perderla.
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  8. #5
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Cita Iniciado por Maldoror Ver mensaje
    El autor no es un informático. A mí, personalmente, no me molesta en absoluto que se haya podido equivocar en eso (desconozco el tamaño de tal dislate), porque no está ahí el interés del artículo.
    Ya, pero para mí es una burrada como decir que la primera palabra escrita no llegó hasta la imprenta (más o menos). Con lo cual a mí, personalmente, me deja muy malita. Ya te digo, opinión personal.
    Última edición por Terisa; 21/10/2013 a las 16:28
    Ciao

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  9. #6
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Cita Iniciado por Terisa Ver mensaje
    Ya, pero para mí es una burrada como decir que la primera palabra escrita no llegó hasta la imprenta (más o menos). Con lo cual a mí, personalmente, me deja muy malita. Ya te digo, opinión personal.
    Creo que he encontrado de dónde ha sacado el autor esa información, que consideras radicalmente equivocada, ¡qué daño están haciendo las búsquedas de google a las fuentes generalmente mal informadas, como yo ()!

    http://www.blogdotony.net/3573

    Parece que es un resumen de este libro ¿no?:

    DEL LIBRO IMPRESO AL LIBRO DIGITAL
    MARIE LEBERT
    Contra la seducción:
    No os dejéis seducir / no hay retorno alguno. / El día está a las puertas, / hay ya viento nocturno / no vendrá otra mañana.
    No os dejéis engañar / Con que la vida es poco. / Bebedla a grandes tragos / porque no os bastará / cuando hayáis de perderla.
    No os dejéis consolar. / Vuestro tiempo no es mucho. / El lodo, a los podridos. / La vida es lo más grande: / perderla es perder todo.
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  10. #7
    Veteran@ en el foro Avatar de exhonsec
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Supongo que ha caído víctima del copy-paste sin criterio.

    Oh, wait!!! :eek::eek:

  11. #8
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Cita Iniciado por Maldoror Ver mensaje
    Creo que he encontrado de dónde ha sacado el autor esa información, que consideras radicalmente equivocada, ¡qué daño están haciendo las búsquedas de google a las fuentes generalmente mal informadas, como yo ()!

    http://www.blogdotony.net/3573

    Parece que es un resumen de este libro ¿no?:

    DEL LIBRO IMPRESO AL LIBRO DIGITAL
    MARIE LEBERT
    Bueeeno, ni siquiera copia bien. Ahí pone 1968 y él ha puesto 1969
    Ciao

    Terisa de Morgan







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  12. #9
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    Cita Iniciado por Terisa Ver mensaje
    Bueeeno, ni siquiera copia bien. Ahí pone 1968 y él ha puesto 1969
    Lo cambio para que no le acusen de plagio

  13. #10
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    Predeterminado Re: Artículo sobre lectores (personas)

    El libro ese de Marie Lebert lo tengo yo en la lista de pendientes, lo conseguí en francés en el Proyecto Gutenberg.

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