¿Vuestro momento más embarazoso?

[Faisanes]

Lo de Surquizu y su encontronazo, me ha traído a la mente algo que tenía olvidado, pero que no está mal recordar... Un baño de humildad con sales de dolorosa experiencia.

Tendría yo trece o catorce años. Iba por la calle Fuencarral (en Madrid), a la altura del Hospicio; era verano... Una mujer joven, preciosa, fragante (aunque no llegué ni a olerla, por lo que sigue) venía hacia mí (hecha un brazo de mar, inalcanzable, excepcional, perfecta)... Alelado, sin dejar de mirarla (tendría el brazo de mar veinte años o pocos más), casi cuando nos íbamos a encontrar, una farola de hierro fundido se interpuso en mi camino. La belleza se rió, llevándose la mano a la boca, sin detener el paso. El tremendo golpe (andaba y ando con buen paso) fue tan fuerte que vi lucecitas y la cabeza me dolía mucho, pero fue más doloroso, peor, el soportar las sonrisas de cuantos transeúntes fueron testigos del (para mí) luctuoso hecho. Uno hasta se me acercó preguntando el socorrido ¿Te has hecho daño? (aguantando la risa, el pavo); no le contesté ni sé cómo seguí andando y salí del trance.

Desde entonces, tampoco sé cómo he seguido mirando a las mujeres, por lo de el gato escaldado del agua fría huye.

[Peto]

Bueno, el lunes me hice 9 km corriendo en la nieve como un campeón y me he pasado dos días en la cama como un campeón, con su correspondiente gripazo de campeón. Para más inri, me ha petado el PC y estoy currando desde el portátil. Más bien...

En fin, tenía yo 11 años, o creo que 12, fue el verano en el que a Arconada se le escapó aquél asqueroso balón por debajo del brazo en la final de la Eurocopa. Me mandaron 5 semanas a Irlanda a aprender inglés, al condado de Kilkenny, a un pueblecito llamado Castlecomer. Lo pasé de puto culo. Cada vez que me llama a casa, cada 3-4 días, lloraba para que no me colgaran el teléfono. Al año siguiente me volvieron a mandar, esta vez a Tralee, en Kerry y no llamé una sola vez. Me lo pasé pipa. Lo que son las cosas...

EN fin, aquel primer año caí en una familia con 5 hijos, de los cuales me correspondía el segundo, Cannice. Era un idiota. Estaba todo el día chinchando, pero si le cascabas se ponía allorar y se chivaba a su vieja, no le gustaba nada que me gustara a mí y viceversa. A mí me caía mucho mejor el mayor, Olly, que era un par de años mayor que yo, pero de mi peña. Le molaba el monte, los bichos, las peleas, correr... pero sacaba malas notas, mientras que el otro era un empollón y tenía premios tocando el piano.

El problema en esta casa era la madre. El padre era majo, las hermanas, menores que yo, también, y el enano de un año, que aullaba a la luna desde la ventana, era un cielo. La madre era una hija de puta (hay que decirlo más, no?) Tenía una escoba metida en el culo y no se la sacaba ni para cagar. Estaba claro que su hijo favorito era el puto pianista y al otro le metía mogollón de caña, hasta el punto que acabó por castigarle sin salir para que no me quedara otra que irme a la calle con el idiota.

Bueno, a los dos o tres días de llegar, nos fuimos a visitar a unos "primos ricos" que tenían una casa más grande en otro pueblo, con un jardín más grande y un coche mejor. Le enseñaron la casa y tal, los míos enseñaron al niño raro que había venido de España, hablamos cuatro chorradas y los chavales salimos al jardín de atrás. Tenían una piscina de estas tipo Toy, de, yo qué sé, 40 cm de alto y 2 m de diámetro, en mitad del jardín.

Ahí andábamos jugando y cada vez que pasaba cerca de la piscina, el idiota, desde el otro lado, le daba una patada y me mojaba. Me la hizo dos o tres veces y para la tercera se me pasó la inhibición de estar en un país que no conocía, con una gente que no me gustaba demasiado, visitando a otra gente que me miraba como una rareza, y me afloraron mis cuernos naturales. Te vas a cagar, pensé. La siguiente vez que él pasó junto a la piscina decidí devolverle todos los salpicones de una vez. Le metí una patada llena de justa venganza a la piscina, mientras sonreía imaginándole calado... y traspasé el plástico. Se abrió una grieta de arriba a abajo y empezó a salir una riada que me empapó las dos piernas hasta las rodillas. Simultáneamente, las dos niñitas de la casa empezaron a llorar a voz en grito por su piscina muerta y el gilipollas de Cannice empezó a pegar saltitos super ridículos apuntándome y diciendo que había sido yo. Salieron los padres, vieron, valoraron y, poniendo cara de poker, le quitaron hierro al asunto. Llevaba tres días con ellos, no me iban a castigar. Por suerte, yo ya me manejaba con el inglés y pude explicar la versión íntegra, para que, si no agua, algo de culpa le salpicara al chivato cabrón. Volvimos a casa en absoluto silencio y la puta vieja me hizo el vacío durante tres o cuatro días. Asquerosa...

Tengo mil anécdotas de aquellas dos estancias en Irlanda. Otro día cuento un momento embarazoso del segundo año, que me dejó cicatriz.

[Faisanes]

Bueno, el lunes me hice 9 km corriendo en la nieve como un campeón y me he pasado dos días en la cama como un campeón, con su correspondiente gripazo de campeón. Para más inri, me ha petado el PC y estoy currando desde el portátil. Más bien...

En fin, tenía yo 11 años, o creo que 12, fue el verano en el que a Arconada se le escapó aquél asqueroso balón por debajo del brazo en la final de la Eurocopa. Me mandaron 5 semanas a Irlanda a aprender inglés, al condado de Kilkenny, a un pueblecito llamado Castlecomer. Lo pasé de puto culo. Cada vez que me llama a casa, cada 3-4 días, lloraba para que no me colgaran el teléfono. Al año siguiente me volvieron a mandar, esta vez a Tralee, en Kerry y no llamé una sola vez. Me lo pasé pipa. Lo que son las cosas...

EN fin, aquel primer año caí en una familia con 5 hijos, de los cuales me correspondía el segundo, Cannice. Era un idiota. Estaba todo el día chinchando, pero si le cascabas se ponía allorar y se chivaba a su vieja, no le gustaba nada que me gustara a mí y viceversa. A mí me caía mucho mejor el mayor, Olly, que era un par de años mayor que yo, pero de mi peña. Le molaba el monte, los bichos, las peleas, correr... pero sacaba malas notas, mientras que el otro era un empollón y tenía premios tocando el piano.

El problema en esta casa era la madre. El padre era majo, las hermanas, menores que yo, también, y el enano de un año, que aullaba a la luna desde la ventana, era un cielo. La madre era una hija de puta (hay que decirlo más, no?) Tenía una escoba metida en el culo y no se la sacaba ni para cagar. Estaba claro que su hijo favorito era el puto pianista y al otro le metía mogollón de caña, hasta el punto que acabó por castigarle sin salir para que no me quedara otra que irme a la calle con el idiota.

Bueno, a los dos o tres días de llegar, nos fuimos a visitar a unos "primos ricos" que tenían una casa más grande en otro pueblo, con un jardín más grande y un coche mejor. Le enseñaron la casa y tal, los míos enseñaron al niño raro que había venido de España, hablamos cuatro chorradas y los chavales salimos al jardín de atrás. Tenían una piscina de estas tipo Toy, de, yo qué sé, 40 cm de alto y 2 m de diámetro, en mitad del jardín.

Ahí andábamos jugando y cada vez que pasaba cerca de la piscina, el idiota, desde el otro lado, le daba una patada y me mojaba. Me la hizo dos o tres veces y para la tercera se me pasó la inhibición de estar en un país que no conocía, con una gente que no me gustaba demasiado, visitando a otra gente que me miraba como una rareza, y me afloraron mis cuernos naturales. Te vas a cagar, pensé. La siguiente vez que él pasó junto a la piscina decidí devolverle todos los salpicones de una vez. Le metí una patada llena de justa venganza a la piscina, mientras sonreía imaginándole calado... y traspasé el plástico. Se abrió una grieta de arriba a abajo y empezó a salir una riada que me empapó las dos piernas hasta las rodillas. Simultáneamente, las dos niñitas de la casa empezaron a llorar a voz en grito por su piscina muerta y el gilipollas de Cannice empezó a pegar saltitos super ridículos apuntándome y diciendo que había sido yo. Salieron los padres, vieron, valoraron y, poniendo cara de poker, le quitaron hierro al asunto. Llevaba tres días con ellos, no me iban a castigar. Por suerte, yo ya me manejaba con el inglés y pude explicar la versión íntegra, para que, si no agua, algo de culpa le salpicara al chivato cabrón. Volvimos a casa en absoluto silencio y la puta vieja me hizo el vacío durante tres o cuatro días. Asquerosa...

Tengo mil anécdotas de aquellas dos estancias en Irlanda. Otro día cuento un momento embarazoso del segundo año, que me dejó cicatriz.

Me recordabas, leyéndote, no sé por qué, al Guillermo de Richmal Crompton, cuyos libros leí de pequeño y releí de mayor.

Un saludo.

[Joserri]

Tremendo. Vaya susto.

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[Joserri]

¿Os cuento la segunda?

Yo tenía unos 17 años. Me fui de vacaciones con una amiga a un pueblo típico de la costa valenciana. Todas las tardes-noches íbamos a un pub a tomar algo las dos. Allí había un camarero que era un auténtico plomazo. Cada noche venía a nuestra mesa y se sentaba con nosotras un buen rato a ¿charlar?. El tío pretendía ligar con alguna de nosotras, estoy convencida que le daba lo mismo una que la otra, siempre nos invitaba a una copa. Era muy muy pesado, de verdad. Todas las noches se ponía a hablar. Hablaba bastante bajo y con el volumen que había en el local la verdad es que yo no le entendía ni la mitad de lo que decía. Los primeros días estaba todo el rato preguntándole ¿cómo dices?, ¿perdona?, ¡ay, no te he oído!, y cosas así, pero resultaba agotador, sobre todo porque nunca decía nada interesante, así que pronto me cansé de estar atenta a su monólogo y lo único que hacía era ponerle buena cara, asentir con la cabeza y reír de forma forzada cuando notaba que él pensaba que había dicho algo gracioso. Vamos, que ni le oía ni le escuchaba, pero disimulaba muy requetebien... o no tan bien como yo creía, porque el mamonazo se debió oler que ni siquiera le escuchaba, porque una de las noches como siempre se sentó en nuestra mesa y comenzó su perorata. Y como siempre yo jiji, jaja, claro, claro, tienes razón, etc. Hasta que el tío me mira durante un rato callado y va y me suelta bien alto para que se le oyera bien: "No sabía que hablaras valenciano".

En ese momento quise morirme. Menos mal que el sitio estaba oscuro porque los colores de mi cara debían ser impresionantes. Salí del paso como pude, diciendo que por supuesto que no hablaba valenciano pero que lo entendía bastante bien de pasar los veranos por allí. El me contestó con un seco "ya". Se levantó y se fue con una sonrisa socarrona.

Nunca más volvimos por aquel pub.

Jopeta, lo que hace no oír, ja, ja

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[Peto]

Venga, va otra, que parece que ya no hay más fiebre.

El primer año en Irlanda estaba en un pueblecillo perdido en el que había otras dos chicas de mi pueblo, a las que apenas veía, pero nadie más que hablara cristiano. El segundo año fui con otra organización que mandaba gente de mi pueblo, pero sobre todo de Bermeo, Bilbo, Donosti, Gasteiz... total, que nos mandaron a todos al mismo sitio y claro, cuadrilla instantánea. Con lo caro que era aquello, dan ganas de llorar, jejeje.

Por suerte para mí, yo era de los que controlaba, así que me tocaba hacer de intérprete para los que ni controlaban ni les interesaba y, a lo tonto, volví a practicar un montón. Éramos entre 15 y 25, no recuerdo, de edades entre 12 y 16.

Un día, un chico de Bermeo de mi edad y yo nos cogimos un club de golf, es decir, un palo y dos pelotas y nos colamos en el Club de Golf, es decir, en el campo de golf, por un agujero en la valla que nos habían enseñado. Era un palo de metal que es como una pastilla plana, como de un centímetro de gruesa, que sirve para empujar. Nos fuimos para el hoyo X, y nos pusimos a jugar. Primero uno, luego el otro, persiguiendo las bolas con mucha pena y sin gloria alguna.

Contenido oculto:

El Coub era como el de la foto, pero en simétrico, y no era casualidad. Era el único con el que podíamos jugar los dos porque yo soy zurdo.

En un momento dado le tocaba al chaval de Bermeo. Yo observaba desde detrás. Lanzó su swing y falló. Yo era malo, pero él era un puto matao, jeje. Volvió a intentarlo, esta vez aún más fuerte, lo cual complica las cosas, y volvió a fallar. El se iba frustrando y yo me iba aburriendo y, sin darme cuenta, acercando. A la tercera dijo algo como cagüenlahostia y le metió una leche a la bola que salió a tomar por culo, pero su swing continuó y me pilló en toda la cabeza, junto al ojo, a un centímetro escaso de la sien.

Yo no sentí dolor. Sencillamente caí de rodillas y me desplomé de frente, en dos tiempos, chorreando sangre como un cordero degollado. Lo siguiente me lo contó él, porque yo no me acuerdo. El pobre pensaba que me había matado y salió corriendo a pedir ayuda. Le encontró el director del club, jejeje, que fue el que me ayudó y me llevó a urgencias.

Por supuesto, antes de salir, cuando comprobaron que estaba vivo y no era para tanto, me pidió el carnet, para ver mi ficha y llamar a mis padres. Le tuve que confesar lo del agujero en la valla y me vi deportado como persona non grata (y conocía el concepto porque nos habían explicado que si robabas en una tienda y te pillaban, te pasaba eso. Otro día este mismo chaval de Bermeo robó una puta mierda en una juguetería con cámaras, pero no nos pillaron). No le molestó lo más mínimo y me dijo que volviéramos al día siguiente, que nos haría un carnet para el verano. Era un señor mayor, traje y corbata, de pelo blanco peinado a lo Anasagasti, de esos con los mofletes llenos de capilares a los que parece que les mola la Guinness un poco más de lo debido.

En Urgencias me atendió un Hindú que me dio los dos primeros puntos de mi vida. Quemaba. Le dije cuando preguntó, que era de Near San Sebastian, Basque Country, Spain (en aquella época no había Guggenheim y ni Cristo conocía Bilbao) y me dijo, ah, sí, ETA, ratatata! Estuve por decirle "tú del-iras", pero no le tocas los huevos a un irlandés con una aguja (obviamente esto es mentira, me jodió y punto).

El director me llevó a casa en su coche, que yo había manchado de sangre y allí, muy amablemente, se despidió.

Por supuesto, no volvimos a jugar al puto golf

Cuando volvimos a casa, lo primero que le dije a mi padre fue "qué pasa, txo". Mi madre dijo "Txo?" y me dio una hostia. No volvieron a mandarme a Irlanda. Tiene su lógica, "txo" es una manera amistosa de dirigirse a otra persona en euskera. Fui a aprender inglés y volví con acento de Bermeo.

Pero, las risas que echamos...

Ah, y conservo la marca.

[Martina]

Eres la releche!!! Lo que me he reído. No contesto con cita por no ocupar espacio. Tú de todos modos no has pensado en dedicarte a los monólogos? ¿o a escribir algo en tu estilo, pero lucrativamente? En serio.

[Maldoror]

Eres la releche!!! Lo que me he reído. No contesto con cita por no ocupar espacio. Tú de todos modos no has pensado en dedicarte a los monólogos? ¿o a escribir algo en tu estilo, pero lucrativamente? En serio.

+1 (y no es la primera vez que lo pienso)

[katxan]

Anécdotas que haya acumulado a lo largo de mi vida, como unas dos mil, pero me voy a centrar en una que me pasó hace algo así como veinte años unos sanfermines.

Después del encierro suelen soltar unas cuantas vaquillas de esas que saben latín y se conocen las fiestas de todos los pueblos. En Navarra son conocidas como las "Vacas de Makua", en honor a su propietario. Suelen soltarlas en la plaza de toros después del encierro, como digo, dos, tres o cuatro a la vez. Y de vez en cuando y con mala leche, también sueltan un novillo de unos 400 kilos que es una gozada verlo devastar las filas de guiris borrachos.

El caso es que un año estaba yo con la cuadrilla viendo el encierro en la plaza de toros y al acabar decidimos bajarnos a la arena los quince litros de kalimotxo que me había trasegado durante la noche y yo. Todo iba bien hasta que, mientras controlaba por el rabillo del ojo a una vaquilla, inopinadamente el guiri que tenía justo enfrente se apartó en un suspiro dejando a la vista lo que su cuerpo me había estado ocultando: otra vaquilla cargando con ganas justo de frente.

Y me llevé el ostión. Caí de morros y me comí la arena. Me recuperé rápido y, tambaleándome, me senté con otra montonera de gente enfrente de la puerta de toriles esperando que soltaran más bichos infernales de aquellos. Menos mal que un buen samaritano desconocido me agarró y me llevó a la enfermería, porque me debió ver medio inconsciente.

Mientras íbamos para la enfermería aparecieron mis colegas descojonándose vivos. Lo habían visto todo desde la grada y se lo estaban pasando en grande.
Uno de ellos me dijo: "cuando te pregunten el nombre, no se lo digas o invéntate uno"

Cuando me llegó el turno en la enfermería, lo primero que hizo el médico fue preguntarme el nombre. Y, por supuesto, medio ido como estaba, se lo dije. No me vió nada importante fuera de una ligera conmoción y en cinco minutos ya estaba en la calle con la cuadrilla. Allí me dió un vahído. De repente perdí la visión y me acojoné totalmente, hasta el punto de que lo que no había conseguido el porrazo, quitarme el pedo, lo consiguió instantáneamente la repentina ceguera. Empecé a gritar que no veía y que no veía y los amigos me agarraron y me sentaron en un banco. Por suerte como vino se fue y a los cinco minutos ya había recuperado la vista.

La cosa quedó ahí. Pero cuando volví a casa, creo que fue como dos días después o por ahí , mi madre se me acerca y me dice muy tranquilamente: "te han llamado como cuarenta veces en estos dos días" (los móviles aún eran ciencia-ficción). Y yo extrañado le pregunté que quién había sido. "Todo el mundo. Salía tu nombre en la lista de heridos del encierro del día 9. Y tú desaparecido, ni llamar no has hecho."

Pero vamos, que ni estaba enfadada ni nada, ya daba por hecho que si no le habían llamado del hospital estaría por ahí de juerga. Eso sí, algunos parientes y amigos poco menos que creían que estaba medio muerto por haber salido en el periódico. Lo cierto es que la pierna con la que paré la testuz de la vaquilla me estuvo doliendo una semana, durante la que no podía ni doblarla. Era un suplicio ponerse y quitarse los pantalones. Pero no me impidió salir ni un solo día en sanfermines. También me convertí en un expendedor de arena. Cada vez que me sonaba los mocos salía ahí media playa de Gandía.

[surquizu]

Es curioso. La anécdota de katxan contiene un momento de "videos de primera", el momento en que la vaquilla lo mandó a comer tierra. Son escenas de pocos segundos que nos hacen reír. Lo bueno es como continua la historia. Un video no puede recogerlo, gracias tenemos de que se puede contar y escribir.