Aprovechando un ratito a la hora del café, he terminado
El Malogrado.
Se trata de una novela corta en la que Bernhard, a través del suicidio de un amigo común, y de un denso diálogo consigo mismo, contrapone la vida de este amigo, el Malogrado, para así retratar la personalidad arrolladora de Glenn Gloud. Lo cual es la excusa para la crítica y la reflexión sobre aquellos que viven a la sombra de los genios, sobre la creación artística, la frustración y en último caso, la muerte. Pero no es un libro deprimente, ni mucho menos. En más de una ocasión, me he sonreído ante la ridiculez de las personas y de la sociedad que pinta.
Las oraciones subordinadas que no se acaban nunca (el libro sólo contiene cuatro párrafos larguísimos) son el reflejo de un pensamiento que enlaza una idea con la siguiente, y así sucesivamente, saltando de un tema a otro casi sin relación (aparente) y volviendo de nuevo a donde había quedado.
También hay una rítmica oculta entre las palabras, en sus idas y venidas y las repeticiones que usa. Seguramente un crítico sabría expresarlo mejor que yo
, lo único que puedo decir es que me ha encantado y que no será lo último que lea de este escritor.