El libro narra de forma magistral la relación entre madre e hija, y los patéticos deseos de aquélla de epatar en el mundo distinguido y cerrado del mejor París, en la que no basta con el dinero para alcanzar la entrada en determinados grupos de personas selectas. Después de comprobar la catadura moral de la madre, nos imaginamos la pequeña venganza que se pone, inadvertidamente, en manos de la hija. Pero dicha venganza resulta siendo total, con el agravante de que la única invitación que llega a su destino es la de la tía pobre y envidiosa. También extraordinario el diálogo entre la madre y esta tía. Por momentos, incluso, me daba un poco de lástima de la madre pero, ¡qué va!, ¡que le den!, la venganza anónima y perfecta. Anónima... hasta que, con el transcurso de los años, posiblemente, la hija, ya en una posición lo suficientemente fuerte, se lo confiese (esta confesión y la nueva relación entre madre e hija me hubiera gustado que se desarrollara en un segundo libro que ya no se escribirá, claro).