... Después que el barco fue pintado por
fuera y encalado por dentro, cuando se hallaba an-
clado, con las calderas encendidas, junto a un espi-
gón de madera, subieron a bordo alrededor de
ochocientos peregrinos.
Lo hicieron por tres planchadas, entraron en to-
rrente, acicateados por la fe y la esperanza del paraí-
so; irrumpieron con un continuo pisoteo y arrastrar
de pies descalzos sin una palabra, un murmullo o
una mirada hacia atrás. Y cuando pasaron al otro
lado de las barandas dispuestas por todas partes en
el puente, fluyeron de proa a popa, se desbordaron
por las escotillas abiertas, inundaron los rincones
internos del barco como el agua que llena un depó-
sito, como el agua que llena las grietas y agujeros,
corno el agua que se eleva en silencio hasta el borde
mismo. Ochocientos hombres y mujeres con fe y
esperanzas, con afectos y recuerdos, se reunieron
allí, llegados del norte y del sur, y de la periferia del
Oriente, después de hollar los senderos de la selva,....