En realidad, lo que echo en falta es, precisamente, resolver el misterio que, en gran medida, ha hecho que continuara leyendo. Mientras leía esa parte central que no me ha gustado mucho porque se extiende demasiado, me preguntaba cómo resolvería el autor esas dos tramas que más me interesaban: Resolver el doble crimen del Capitán Pradelle, darlo a conocer, al menos, y que tuviera alguna consecuencia. Y el reencuentro padre hijo, la explicación de por qué el desencuentro, por qué la miseria en la que el hijo decide vivir (vivir es mucho decir, es verdad que no le da importancia a su vida, pero no deja de drogarse en toda la novela, y nunca se llega a preguntar de dónde sale el dinero para la morfina en los primeros tiempos).
En fin, que el desenlace es una original decisión del autor, pero a mí me priva de esos dos momentos que estuve esperando durante toda la novela: Que salieran a la luz los crímenes de guerra del capitán y el reencuentro padre-hijo. Me ha hurtado ambas cosas, me hubiera gustado saber cómo lo hubiera resuelto el autor después de haberlos planteado. Pero no me desagrada el final, solo que hubiera preferido resolver esos dos sucesos.