Había pasado casi un año desde que se hizo la anterior analítica y, por tanto, tenía que hacerse otra. Pero le daba pereza y pensó en la posibilidad de saltársela. Después de todo tenía una dieta muy saludable, hacía ejercicio regularmente y se sentía bien.No obstante sabía que era muy peligroso, porque hay parámetros que pueden estar mal y son totalmente asintomáticos. De modo que al final se decidió. No quería que le pasara como a su tío, una persona demasiado independiente, demasiada segura de si misma que se había ido de casa a los 18 años y había vivido solo desde entonces, con algunas relaciones esporádicas pero sin vivir en común con nadie.Tuvo la suerte de no tener hábitos tóxicos como beber o fumar, de modo que llegó a los 60 con una salud bastante buena aparentemente. Eso hizo que tuviera una confianza excesiva y la consecuencia fue un primer infarto, no muy dañino a los 63 y al cabo de pocos años otro masivo que supuso su fallecimiento.
Tampoco quería que le pasara como a Burt Lancaster, que después de un episodio similar no murió, pero quedó incapacitado en una silla de ruedas y cuando una amiga le llamó y quiso ir a verle él se opuso diciendo:
"Quiero que me recuerdes como era cuando me conociste y no en lo que me he convertido".

Este es un caso real, sin nada de ficción. Quizá nos sirva de algo a algunos.