Hola, estrenamos cuento en el blog Desde el Bosque. Os dejo aquí un fragmento a ver qué os parece!
DESAPARICIONES
¿Que cuánto tardé en enamorarme de él? No lo sé. Media hora; tres cuartos…
¿Qué si me parece eso normal? Es que yo a estas alturas no sé ya lo que es normal.
Pero es que tú no lo viste apoyado en la barra de la cafetería, con ese abrigo gris que hace juego con angustias de sus ojos; y aquel continuo revolver el café con la cucharilla, como si del interior de la taza pudiera salir la respuesta correcta a los problemas del mundo…
Eran las once y diez de un sábado por la mañana. Me acuerdo porque la megafonía de la estación avisaba la salida del tren con destino a Lisboa…
¿Qué por qué estaba yo en la cafetería de la estación? Pues a lo mejor por lo mismo que ese tren, a punto de partir, no podía finalizar bien el viaje en ninguna otra estación que no fuera la de Lisboa.
Madre mía…, que por qué estaba yo en la cafetería de la estación… Menuda pregunta…
La mañana antes mi reproductor de video decidió morir para siempre. Me habían dicho que cerca de la estación había un taller que aún los reparaba. Cuando llegué, me encontré con el local vacío y un cartel medio roto que ponía “liquidación por cierre”…
¿Te reirás si te digo que me dieron ganas de llorar? Sí. Te ríes…
Pues que sepas que me dieron ganas de llorar. El aparato me pesaba; tenía frío; los zapatos de tacón me apretaban; y me acongojaban los montones de vídeos que tengo en casa y que no volveré a ver. Qué bobada, ¿verdad?… Pero es que el llanto es libre y sale cuando le da la gana sin atender a los motivos. Al menos mi llanto se las gasta así. No sé si eso te parecerá normal… Por la cara que pones creo que no… En fin, yo te cuento lo que pasó…; para eso estoy en tus manos.
Lo único que puedo decir es que con mi vídeo muerto en los brazos me fijé en que el sol centelleaba en el ventanal de la cafetería, y en que las mesas y la barra relucían tan doradas como mi cuarto infantil en los días de vacaciones.
¿Qué si no creo que es una comparación un poco forzada? Pues… a lo mejor sí…, no sé… Eso habría que pregúntaselo a los sabios y criticones, que yo sólo estoy sacando fuera lo que me duele por dentro…
Lo que quería decir es que la cafetería me pareció amable y muy confortable y tan sorprendentemente familiar, que no me lo pensé dos veces y empujé la puerta.
Me fijé en él enseguida. Creo que influyó algo el sol, que entraba a su espalda por el ventanal, coloreando la esquina que ocupaba en la barra.
Soy tímida y no me acerqué, ni aún a sabiendas que de aquella inacción me arrepentiría el resto de mi vida.
¿Qué te suena poco lógico y algo exagerado? Mira, yo me estoy limitando a contarte lo que pasó. Cómo lo interpretes tú estoy casi segura de que escapa a mi control. Y además que tampoco es lo más importante de mis intenciones. Sólo estoy sacando fuera lo que me duele por dentro. Tú interprétalo como quieras, que ya sabes que me fío mucho de tu criterio; por eso estoy aquí…
…¿Qué por qué estoy haciendo una pausa? Es que me da miedo que, cuando me ponga a contarlo, brille menos que cuando ocurrió… Eso a veces pasa…
Que me deje de brillos… Sí. Tienes razón.
Deposité el vídeo en una mesa vacía, y pedí un café con leche en la barra. A él no le miré porque no me atreví. Pero él sí se atrevió. Lo sé porque me sentí “soleada” por dentro. Tanta luminaria interior te digo yo que no es buena. Te cortocircuitas y se pierden conexiones con tu alrededor.
A lo mejor fue por eso que me llevé un susto descomunal cuando sucedió un estruendo a mi espalda.
Puedes ver cómo termina la historia pinchando aquí: http://laurarivasarranz.blogspot.com...ariciones.html
Copyright: Laura Mª Rivas Arranz
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¡Saludos!