Bueno, el lunes me hice 9 km corriendo en la nieve como un campeón y me he pasado dos días en la cama como un campeón, con su correspondiente gripazo de campeón. Para más inri, me ha petado el PC y estoy currando desde el portátil. Más bien...
En fin, tenía yo 11 años, o creo que 12, fue el verano en el que a Arconada se le escapó aquél asqueroso balón por debajo del brazo en la final de la Eurocopa. Me mandaron 5 semanas a Irlanda a aprender inglés, al condado de Kilkenny, a un pueblecito llamado Castlecomer. Lo pasé de puto culo. Cada vez que me llama a casa, cada 3-4 días, lloraba para que no me colgaran el teléfono. Al año siguiente me volvieron a mandar, esta vez a Tralee, en Kerry y no llamé una sola vez. Me lo pasé pipa. Lo que son las cosas...
EN fin, aquel primer año caí en una familia con 5 hijos, de los cuales me correspondía el segundo, Cannice. Era un idiota. Estaba todo el día chinchando, pero si le cascabas se ponía allorar y se chivaba a su vieja, no le gustaba nada que me gustara a mí y viceversa. A mí me caía mucho mejor el mayor, Olly, que era un par de años mayor que yo, pero de mi peña. Le molaba el monte, los bichos, las peleas, correr... pero sacaba malas notas, mientras que el otro era un empollón y tenía premios tocando el piano.
El problema en esta casa era la madre. El padre era majo, las hermanas, menores que yo, también, y el enano de un año, que aullaba a la luna desde la ventana, era un cielo. La madre era una hija de puta (hay que decirlo más, no?) Tenía una escoba metida en el culo y no se la sacaba ni para cagar. Estaba claro que su hijo favorito era el puto pianista y al otro le metía mogollón de caña, hasta el punto que acabó por castigarle sin salir para que no me quedara otra que irme a la calle con el idiota.
Bueno, a los dos o tres días de llegar, nos fuimos a visitar a unos "primos ricos" que tenían una casa más grande en otro pueblo, con un jardín más grande y un coche mejor. Le enseñaron la casa y tal, los míos enseñaron al niño raro que había venido de España, hablamos cuatro chorradas y los chavales salimos al jardín de atrás. Tenían una piscina de estas tipo Toy, de, yo qué sé, 40 cm de alto y 2 m de diámetro, en mitad del jardín.
Ahí andábamos jugando y cada vez que pasaba cerca de la piscina, el idiota, desde el otro lado, le daba una patada y me mojaba. Me la hizo dos o tres veces y para la tercera se me pasó la inhibición de estar en un país que no conocía, con una gente que no me gustaba demasiado, visitando a otra gente que me miraba como una rareza, y me afloraron mis cuernos naturales. Te vas a cagar, pensé. La siguiente vez que él pasó junto a la piscina decidí devolverle todos los salpicones de una vez. Le metí una patada llena de justa venganza a la piscina, mientras sonreía imaginándole calado... y traspasé el plástico. Se abrió una grieta de arriba a abajo y empezó a salir una riada que me empapó las dos piernas hasta las rodillas. Simultáneamente, las dos niñitas de la casa empezaron a llorar a voz en grito por su piscina muerta y el gilipollas de Cannice empezó a pegar saltitos super ridículos apuntándome y diciendo que había sido yo. Salieron los padres, vieron, valoraron y, poniendo cara de poker, le quitaron hierro al asunto. Llevaba tres días con ellos, no me iban a castigar. Por suerte, yo ya me manejaba con el inglés y pude explicar la versión íntegra, para que, si no agua, algo de culpa le salpicara al chivato cabrón. Volvimos a casa en absoluto silencio y la puta vieja me hizo el vacío durante tres o cuatro días. Asquerosa...
Tengo mil anécdotas de aquellas dos estancias en Irlanda. Otro día cuento un momento embarazoso del segundo año, que me dejó cicatriz.