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Tema: Relatos mínimos

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    Veteran@ en el foro Avatar de anabelee
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    Merteuil





    Carta CLXXVI

    La marquesa de Merteuil

    al vizconde de Valmont




    Vmd. se extrañará al recibir una nueva carta de mi puño y letra tras nuestra declaración de guerra y manifiesta enemistad, pero sólo a vmd. puedo confiarle el hallazgo único con el que acabo de dar, sólo vmd. entenderá la experiencia transformadora por la que he pasado, porque sólo vmd. es como yo, o al menos se me acerca, o se acercaba a aquella que yo era.

    No piense que ignoro su duelo con el caballero Danceny, no me subestime una vez más, porque sabe que hacerme de menos le pasa factura. Esta misma mañana se han citado para jugarse las almas, lo sé bien. Cómo podría no saberlo aquella que no ha sido ajena a la trama que le ha conducido frente al filo impaciente de ese imprevisible imberbe. Acerca del descubrimiento por parte del joven Danceny del rapto de su bella Helena, así como de la consiguiente e inevitable cita para batirse con vmd., lo sabe todo la Merteuil, porque la Merteuil anda siempre detrás de todo. Teje como araña, la Merteuil. Y a pesar de ello le escribe. Le escribo a vmd., transformado ya en fantasma, porque es vmd. el único que podría comprender hasta las últimas consecuencias el alcance de mi hallazgo.

    Hoy he visto mi rostro. Tras días y meses y años colocándome frente al espejo, no ha sido sino hoy, ya vencido el día, cuando he conseguido ver mi rostro, mi cara sin afeites y sin máscara. Yo, que me he adiestrado durante años en observar cada mueca y cada pliegue de la piel y cada cambio casi imperceptible sobre el rostro del otro, la misma que durante años se ha adiestrado para que los demás no puedan leer en el suyo nada. Ideé una rutina disciplinada y autovigilante, siguiendo los ejercicios que yo misma me prescribía; clavándome en la carne un pequeño tenedor que llevaba oculto bajo los pliegues de las faldas cuando en mitad de la velada todos reían y yo reía con ellos sin que nadie pudiese sospechar que en ese instante de felicidad comunal mi pierna comenzaba a sangrar; o ya en mi alcoba contemplaba, ojos contra ojos, mi rostro reflejado en el espejo del tocador mientras aproximaba de forma gradual la palma de la mano a la llama de la vela, y cuanto más quemaba menos me permitía un solo cambio en mi gesto, ni una mueca que denunciase ese olor a quemado que me obligaba a retirar la mano antes de que mi propio cuerpo apagase la llama. Yo, que he seguido una disciplina de lancero para leer en el rostro de los demás el libro abierto de sus pasiones y sus miedos a la vez que me ejercitaba para que el mío fuese un libro sellado, una página en blanco, yo, ahora, he visto mi propio rostro.

    Le escribo a vmd. porque sólo vmd. podría comprender el alcance mi hallazgo, y porque ese hallazgo ha sido en parte motivado por su acto de venganza al hacer pública nuestra correspondencia privada, esas misivas donde nos retábamos a un más difícil todavía, esas cartas en las que nos jactábamos de nuestras victorias en el arte de la seducción, en el arte de la humillación, en el arte del poder y la venganza, esas cartas que ahora han leído todos, esos mismos que me convirtieron en la protagonista del cartel esta noche de teatro. El mismo palco que yo utilizaba para observarles a ellos –jamás la obra representada, ya que el escenario estaba para mí en el patio de butacas y en los palcos y nunca sobre la tarima-, ese mismo palco se convirtió en el centro donde se concentró la atención de los que habían pagado una entrada que de seguro valía más. Me miraron con ojos inyectados en odio. Tras un silencio de muerte comenzaron a abuchearme como si fuese yo una pésima actriz o mi obra un simple vodevil.

    Al regresar a mi alcoba comencé a limpiarme la cara, a retirarme los afeites y los polvos, y fue ahí cuando vi por primera vez mi rostro. Igual que vmd. habrá observado por primera vez su propio rostro reflejado sobre la cara del joven Danceny cuando el ingenuo caballero le ha propinado la estacada de gracia. La ingenuidad, eso de lo que siempre ha huido vmd., es lo que finalmente ha terminado con su vida. La ingenuidad encarnada en el joven Danceny le ha enterrado, mi querido y siempre desleal amigo. Y a pesar de todo, yo le escribo, porque sé que solo vmd. es capaz de comprender qué significa ver reflejado en el espejo el verdadero rostro, algo tan abominable y terrible como ese vacío que somos.
    Puedes acariciar a la gente con palabras. Francis Scott Fitzgerald
    Leer surte un efecto peligroso: Encender fuegos artificiales en la intimidad del cerebro. Terry Pratchett



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