Para el mes de febrero a ganado el genero Histórica y tenemos cuatro recomendados:
La cortesana y el sámurai de Lesley Downer
Es el año 1868. En los barrios del placer exótico del Japón, donde el sexo se vende y en cambio el amor es un fruto prohibido, un soldado fugitivo está pronto a conocer a una bella cortesana. Hana tiene diecisiete años cuando su marido la deja sola para ir a la guerra. Para salvar su vida, huye de su casa y se refugia en Yoshiwara, el afamado barrio del placer. Allí se ve obligada a formarse como cortesana. Yozo, un viajero, aventurero y sobresaliente espadachín, vuelve a Japón después de cuatro años en el Occidente victoriano. Viaja al norte para encontrarse con sus camaradas rebeldes, pero durante su batalla final es capturado. Escapa y se dirige al sur, al único lugar donde un hombre está fuera del alcance de la ley: por supuesto, no es otro que el Yoshiwara.
Los cuatro jinetes del apocalipsis
Publicada en 1916, en pleno horror de la «Gran Guerra», Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) representó con singular acierto en Los cuatro jinetes del Apocalipsis las distintas fuerzas, intereses y mentalidades cuyo enfrentamiento llevó a la primera conflagración mundial. Estructurada en torno a la historia de dos familias -los Desnoyers y los Hartrott- que, aunque provenientes parcialmente de un tronco común, pertenecen cada una a uno de los bandos en conflicto, la novela discurre ágilmente por los escenarios dantescos de una Europa rota, sobre cuyos desolados campos de batalla el gran vitalista que fue Blasco hace latir finalmente, salvaje e invencible, el deseo de vivir.
YO, CLAUDIO, Robert Graves
El libro es sumamente ameno a la par que erudito, sin que el fárrago de nombres romanos sea un obstáculo ni siquiera para lectores poco amigos de la novela histórica. Con Yo, Claudio, Graves se supera a sí mismo a la hora de pintar personajes y acercar épocas e intrigas al lector. La novela tiene una continuación, Claudio el dios y su esposa Mesalina.
ALAMUT, Vladimir Bartol
En la ciudadela de Alamut, un inexpugnable nido de águilas en las montañas del norte de Persia, Hassan Ibn Saba se dispone a derribar el imperio otomano con apenas un puñado de guerreros de la secta de los hashashins (término que dio origen a la palabra asesino). Utiliza para ello un método tan inhumano como infalible: la ilusión del paraíso. Embriagados de vino y hachís, en la creencia de que han sido premiados con una visita al jardín de Alá, los jóvenes guerreros pierden el miedo a la muerte.