P.- Le ha dado por coger un lector electrónico. ¿Qué le parece el aparatito?
R.-Pues me dio por cogerlo porque vinieron a casa de la editorial a enseñármelo y a pedirme permiso para los títulos míos que iban a editar. Mientras me mostraban el espéculo ese negro funcionaba a la perfección. Pasaba las páginas con delicadeza con el dedo corazón y se doblaban, de manera elegante, preciosa. Pero
cuando probé yo y puse el dedo encima de la pantalla se puso negra. Y así cuatro o cinco veces. Y cuando lo cogía él todo iba perfecto. Así que le dije: "Yo os doy todos los permisos pero no sé si mis libros podrán leerse ahí". Parecía como si el aparato me tuviera manía.